El último cambio de legislatura trajo consigo los primeros avisos: la economía española sólo mantendrá su fortaleza lo que dure la inercia. Y lo cierto es que, cuando los cuatro años de Gobierno Zapatero tocan a su fin, los datos demuestran que no ha sido así. La economía española registró un crecimiento del 4 por ciento en el segundo trimestre de 2007, apenas una décima por debajo de los tres meses anteriores, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Este registro no sólo mantiene un crecimiento diferencial con los países de la zona euro en el entorno de 1,5 puntos, sino que, a diferencia de otras etapas, lo hace con una inflación controlada. ¿Quiere decir esto que no hay riesgos apuntados en las cifras puestas de manifiesto ayer por el INE? Ni mucho menos. La demanda externa mantiene su aportación negativa al Producto Interior Bruto en 0,9 puntos porcentuales, un resultado que pese a mejorar con mucho evoluciones no demasiado lejanas, siembra dudas sobre la capacidad del sector exterior para dar el relevo a los pilares que han sostenido el crecimiento hasta ahora: el consumo y la construcción. De hecho, ambos dan muestras lógicas de desaceleración, sobre todo la actividad constructora. Cuidado porque, aunque el Ministerio de Economía aseguró que no habrá un efecto significativo de la crisis de las hipotecas basura en la economía española, esas rúbricas serían las más afectadas. También es negativo el menor crecimiento del a inversión en bienes de equipo, aunque todavía crece a un excelente ritmo del 13 por ciento. Un dato positivo y de transición a la espera de ver si los nubarrones que acechan pasan de largo, o han venido para quedarse.