El sector de los escoltas personales está tristemente de moda a raíz de la ruptura de la tregua de la banda terrorista ETA. Actualmente en España unas 2.000 personas tienen que recurrir a este colectivo para protegerse de la amenaza terrorista. Y en estas circunstancias es cuando surge un importante aumento de la demanda de profesionales que estén bien formados y, sobre todo, que tengan la mayor experiencia posible. Tanto es así, que la propia Asociación de Escoltas reconoce que desde el final de la tregua las empresas se rifan a los profesionales más experimentados. Una prueba de ello es que si bien antes cobraban por término medio unos 3.500 euros mensuales, las empresas ofrecen ahora hasta 6.000 euros más al año para hacerse con los servicios de los mejores. Pero el importante crecimiento que está registrando la demanda de personal saca a su vez a la luz los problemas que padece el sector: falta formación, falta experiencia y, según reclama la patronal, falta regulación. Como publica hoy elEconomista, hacen falta más escoltas a pesar del millar que se incorporó al servicio desde el atentado de la T-4 de Barajas. Quizá ha fallado la previsión, una idea que cobra fuerza cuando hasta la regulación tiene importantes carencias. Sirva como ejemplo el hecho de que ni siquiera se ha reconocido la figura del escolta, un hecho que facilita el intrusismo laboral. ¿Y cuál es el problema? Que cuando las cosas se ponen feas, algunos se marchan. Si el Gobierno tiene una voluntad real de solventar estas carencias debe actuar con celeridad y atajar la raíz del problema, revisando la regulación con el propio sector. No hay tiempo que perder; se trata de proteger vidas.