Ayer se iniciaba en Bruselas la reunión de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, que ha convertido el emblemático edificio de la Comisión en el epicentro verde del mundo. Los máximos mandatarios europeos, bajo presidencia alemana, están dispuestos a convertir a Europa en el mayor exponente de la lucha contra el cambio climático sobre la propuesta de que los países miembros produzcan el 20 por ciento de su energía con fuentes renovables antes de 2020. Nuestro país tiene, según la Asociación de Productores de Energías Renovables, un 5,9 por ciento de este tipo de producción energética y, en concreto, mantiene una posición privilegiada respecto a las fuentes de energía eólica y solar. Por eso, de la mano de Alemania, el Gobierno actual ha mostrado su conformidad con la propuesta de la Comisión de exigir que ese 20 por ciento sea vinculante. La creciente preocupación de la opinión pública por el medio ambiente está convirtiendo a la Vieja Europa en la locomotora frente al cambio climático, pero ya no está sola. También EEUU ha dado un giro en su política medioambiental. La Administración Bush ha puesto en marcha un ambicioso plan eólico. ¿A qué se debe este cambio de actitud? Por un lado, a las presiones electorales y geopolíticas y, por otro, a las nuevas oportunidades de negocio que se presentan. Cuando los gigantes asiáticos incrementen sus compromisos medioambientales, debemos estar en disposición de abrir nuestro potencial hacia sus mercados. Es conveniente que Europa avance en sus planes, pero también que no abandone la senda del crecimiento: encontrar la forma de controlar las emisiones sin que se produzca un freno en nuestro desarrollo industrial. Y, para ello, es necesario empezar a hablar sin tapujos de la energía nuclear.