Fue en 1982 cuando Calvo Sotelo cortaba la cinta de la nueva planta de General Motors en Puerto Real (Cádiz). En esa década y hasta principios de los 90, llegó a emplear a 2.400 trabajadores en lo que supuso una gran inyección económica para esta región. Pero, en 1999, en plena crisis vendió a Delphi Automotive Systems la planta y, en 2002, se ponía en marcha un plan de viabilidad que ha terminado con el anuncio del cierre definitivo. El caso de Delphi no es el único. A la pérdida de 1.600 puestos de trabajo directos, y 2.000 indirectos, que la decisión del primer fabricante de componentes para automóviles ha provocado se suman otras, como los astilleros o Altadis. Sólo en el sector naval, Cádiz ha perdido unos 10.000 empleos. La crisis provocada por Delphi vuelve a manifestar las amenazas que se ciernen sobre nuestro modelo de crecimiento, así como la necesidad urgente de afrontar las reformas necesarias que garanticen un desarrollo sostenido en el medio y largo plazo. Las crisis que afrontan algunas industrias, como el sector de la automoción, supone una seria amenaza para una economía con un crecimiento excesivamente polarizado en los sectores turístico y de la construcción. Así, es imprescindible incrementar nuestra productividad, las inversiones en I+D o la cualificación de nuestros trabajadores, si queremos seguir estando entre las diez economías más dinámicas del mundo. Un ejemplo: hoy publica elEconomista que las empresas alertan de la falta de ingenieros. La globalización y la competencia internacional son especialmente crueles con los países que muestran debilidades industriales, como es el caso español. Los datos macroeconómicos todavía permiten ser optimistas, pero están descontados. Nuestro modelo industrial está agotado.