Ha llovido mucho, pero la única manera de enfatizar una injusticia tremenda, como la que destapara Zola en su famoso artículo "Yo acuso", continúa siendo señalar periodísticamente con el dedo tanto al causante de la misma como a aquéllos que la alimentan. Esto es lo que sucedió en su momento con el injusto proceso contra el teniente Dreyfus, juzgado por traición, pero represaliado realmente por el simple hecho de ser judío.Hoy los protagonistas son más posmodernos, pero igual de cómplices: las compañías de Internet, acusadas de colaboracionismo con el Estado totalitario de Pekín y de cerrar los ojos ante la cada vez mayor injerencia del Gobierno de Estados Unidos en Internet. Yahoo!, Microsoft y Google han acabado bailando al son de las autoridades e, incluso en China, han acabado censurando la información -verdadera gasolina, vaya paradoja, de su negocio-. Eso sí, Google ha sido la única empresa de las anteriores que en Estados Unidos se ha negado abiertamente a la petición de entregar su base de datos con registros de las búsquedas que efectúan sus usuarios. Rechazan esta solicitud por atentar contra la privacidad de sus usuarios pero, paralelamente, declararon que la decisión de censurar sus contenidos en China era "dolorosa, pero correcta". Su pose combativa en Estados Unidos durará poco y queda claro que, para ellas, el fin, esto es, un mercado suculento, acaba justificando el medio: cualquier medio. Volviendo a Asia, Yahoo! jugó a ser la Gestapo cibernética del presidente chino Hu Jintao, que consiguió encarcelar al periodista Shi Tao tras acceder a su correo electrónico. Por no hablar de Microsoft, que decidió suprimir de su portal msn.cn las dos palabras que han permitido a Bill Gates ser el hombre más rico del mundo: "libertad" y "democracia". Por todo esto, conviene acusar a las compañías -y yo, de hecho, las acuso- de estar dejando cada vez más solos, cibernéticamente hablando, a los casi 900 millones de usuarios que pueblan nuestro planeta.