D e acuerdo. No me aumenten el sueldo. Pero por favor, déjenme seguir creciendo". Agobiados por el clima de recortes, muchos directivos y empleados están empezando a pensar que no sólo su sueldo va a resentirse con la crisis, sino que está en peligro algo mucho más importante: su desarrollo como profesionales. Ciertamente, no estamos en un momento fácil para nadie. Los economistas nos advierten de que se han acabado los crecimientos de dos dígitos, y de que entramos en una era en la que el crecimiento no vendrá tanto de nuevos ingresos como de mayores ahorros, o lo que es lo mismo, del aumento en eficiencia y productividad. La mayoría de compañías con las que trabajamos nos cuentan que, a falta de mayores recursos financieros, la única manera que tienen de crecer es pedir esfuerzos adicionales a sus equipos. Pero, ¿podemos exigir a nuestros empleados que consigan más con menos, y que además no esperen mejoras en su remuneración? ¿Existe alguna otra forma de impulsar el crecimiento desde el equipo? Una parte, cada vez más importante, de la motivación de las personas en el trabajo es la posibilidad de desarrollarse y crecer dentro de la empresa. Así lo confirma el hecho de que miles de ejecutivos soliciten cada año entrar en programas de perfeccionamiento como los que impartimos en el Iese, con el objetivo de dar un salto en su desarrollo profesional. Buscan conocimientos técnicos, pero quieren sobre todo mejorar sus capacidades de liderazgo. Según una serie de encuestas que hemos llevado a cabo en los últimos años, las competencias que más valoran los directivos son: iniciativa creativa, toma de decisiones, comunicación, empowerment, orientación al cliente, integridad, trabajo en equipo, resiliencia, gestión del tiempo y gestión de conflictos. En nuestro libro Creciendo como Líder hemos estudiado cómo crecer en cada una ellas, pero eso sólo es posible si cultivamos la capacidad de aprendizaje y de cambio personal. Es esa actitud de mejora continua la que nos permite crecer como profesionales y la que debería hacernos salir más fuertes y preparados de la crisis. ¿Qué pueden hacer las empresas para fomentar ese espíritu en su plantilla? Para empezar, tener muy claras cuáles son las capacidades que quieren ver en sus equipos a medio y largo plazo. Es lo que técnicamente llamamos mapa de competencias, y se trata de una herramienta estratégica que debe guiar el futuro de la compañía. Una vez ha decidido qué necesita, la empresa debe identificar si su equipo cuenta con esas habilidades y dónde están sus carencias. Sólo así podrá destinar los recursos necesarios a la formación y al seguimiento de los resultados. El plan de desarrollo profesional no debe limitarse a impartir conocimientos: una nueva capacidad no se desarrolla a base de tener más información, sino que es imprescindible interiorizar hábitos nuevos a través del entrenamiento. Hay que aprovechar todas las ocasiones -incluso los momentos de crisis- para proporcionar experiencias de aprendizaje que permitan poner en juego lo aprendido; brindar escenarios de liderazgo en acción, pero acompañar al empleado en su proceso de desarrollo. El coaching puede ser un medio eficaz para ello. Permite visualizar y ensayar escenarios en los que el profesional aún no se siente cómodo. Si queremos seguir creciendo, empresa y directivos hemos de adoptar una mentalidad de desarrollo permanente, buscando llevar a la excelencia las competencias clave para la empresa. Es hora de empezar a crecer desde dentro.