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23-F: La sombra de un golpe que no asustó a la Economía
La España de 1981, aquella que se quedó atónita ante los televisores al ver a Antonio Tejero Molina, pistola en mano, secuestrando a los representrantes de la soberanía nacional, tiene muy poco que ver con la España de hoy.
Treinta años que nos parecen más de un siglo. Lo que sí es cierto es que el gran sismógrafo de la economía, la bolsa, a la hora de los hechos ya estaba cerrada y al día siguiente apenas registró unos ligeros movimientos de los no enterados. Nada parecido ni al pánico ni a la cobardía proverbial del millón de pesetas.
Las paralelismos que se pueden establecer entre la situación económica de entonces y la de ahora son coincidencias temporales, pero las magnitudes económicas de una y otra etapa no tienen nada que ver. Y, en cualquier caso, nadie en aquellos días invocaba la crisis económica como elemento a considerar para justificar un levantamiento militar que quebrara los incipientes esfuerzos por enderezar los prolongados efectos negativos de las crisis económicas que coincidieron con el arranque de la transición económica.
Eran otros problemas
Eran otros problemas, como el terrorismo y las veleidades de los nacionalismos las que airearon los militares que se mezclaron en la intentona y nadie se acogió al paro, la inflación o la atonía general de la economía, ni siquiera como condimentos del intragable guisado golpista.
La España del final de los años setenta y comienzo de los ochenta vivía sumida en una crisis "profunda en su intensidad, grave por la complejidad de sus causas y mundial por el escenario de sus consecuencias". Esta frase, que sí podría aplicarse a las circunstancias actuales, es del profesor Enrique Fuentes Quintana y se refiere a los años de su mandato como vicepresidente segundo y ministro de Economía y los de sus sucesores, Fernando Abril Martorell y Leopoldo Calvo Sotelo, que en el día de la algarada de Tejeró todavía era vicepresidente segundo.
En el debate de investidura de Calvo Sotelo, éste había invocado varias veces lo que era el puerto seguro de las aspiraciones españolas: la entrada en la que entonces era la Comunidad Económica Europea, con el peaje previo de la inclusión de España en el esquema de defensa occidental, la OTAN, a cuya puerta llamó el aspirante a presidente del Gobierno de manera oficial aquella tarde. Una parte de los Ejércitos no tenían nada claro que su destino estuviera ligado a decisiones tomadas fuera de España.
La producción
Unos trazos gruesos sobre la situación económica de aquel primer trimestre de 1981 nos dicen que España contaba con 37,6 millones de habitantes, casi diez millones menos que en la actualidad. De esta base social salía una tasa de actividad del 49,84 por ciento y una tasa de paro del 13,38 por ciento. Los últimos datos aportan que la tasa de actividad ha subido algo más de 10 puntos porcentuales para colocarse en el 59,99 por ciento. La producción en el primer trimestre del referido año había alcanzado una cifra de 24.857 millones de euros, en el último trimestre de 2010, la misma rúbrica se elevó a 279.842 millones de euros, es decir, se ha multiplicado por 11,2.
Pero también es muy distinta la estructura de la oferta española ya que hace tres decenios, la actividad de servicios suponía el 52,2 por ciento del PIB y hoy esta aportación es del 65,56; la industria y la energía representaban el 28,5 por ciento entonces, y ahora sólo el 14,2 por ciento y la agricultura que en el año del intento de golpe supuso el 6,1 de la riqueza creada, en el último año apenas llega al 2,45 por ciento.
Otra coincidencia temporal es que tanto en 1981 como en 2010 nos enfrentamos a una crisis en el sistema financiero español que va a suponer ahora lo que ya significó entonces, un duro ajuste en los concurrentes del mercado con desaparición de entidades financieras.
En los meses previos a la intentona de Tejero se habían intervenido varios establecimientos : Banco de Asturias, Banca López Quesada, Banco de Promoción de Negocios, Banco Industrial del Mediterráneo, Banco Catalán de Desarrollo y casi en coincidencia con los hechos del 23 de febero se produjeron las intervenciones del Banco de Descuento, del Banco Occidental y del Banco de los Pirineos. Las intervenciones de cajas de ahorros todavía tardaron unos meses en llegar.
Eran tiempos de un Banco de España gobernado por José Ramón Álvarez Rendueles, que rompió moldes en la institución al presidirla con menos de 40 años. Y eran tiempos en los que la institución monetaria intentaba liberalizar el sistema financiero a trancas y barrancas y siempre con la resistencia pasiva de los grandes banqueros, acostumbrados a la cartelización frente al mercado.
También por el año 1981 comienzan a notarse tensiones de financiación del déficit público, una magnitud que hasta entonces no había presentado mayores problemas porque, desde 1977 hasta 1982, su financiación recaía, básicamente, sobre el Banco de España, que permitía al Estado recurrir al credito a sus financiación ilimitada y sin costes. Precisamente en el año del intento de golpe se ponen las bases para una financiación más ortodoxa del déficit, que tendía ya hacia el 5 por ciento en los años inmediatamente posteriores.
Donde sí tenía posibilidades de maniobra, y vaya que las ejerció, el Banco de España fue en la política monetaria que permitió reducir una inflación indómita, junto con los benficios de la contención de la política de rentas, que había llegado a su cota máxima del 24,5 por ciento en los prolegómenos de los Pactos de la Moncloa y que para 1981 se situaba ya en el entorno del 13 por ciento.
España en 1981 era un país con una expectativa de vida de 77 año que en 2009 se había elevado a 81,57. El índice de envejecimiento era del 40,88 por ciento frente al 106,6 por ciento de 2011, el porcentaje de población de más de 64 años se ha incrementado seis puntos porcentuales. Por este motivo hoy se habla mucho más de las pensiones que de las subidas salariales y de la inflación.
Esta España que, en la cercanía de los hechos nos puede parecer igual, es sustancialmente distinta. No tiene fronteras físicas con Portugal o Francia; comercia sin trabas con 27 países socios de Europa, se codea con las grandes potencias en los foros internacionales y mira al futuro en vez de al pasado.
En 1981, los gastos internos en Investigación y Desarrollo apenas alcanzaban 437 millones de euros, pero en la actualidad, según los datos de l INE, el gasto interno en estas materia supera los 14.500 millones de euros y el personal investigador ha pasado de 19.268 personas a 133.803 que trabajan en este sector.
España produjo el año pasado bienes y servicios por valor de 1,06 billones de euros, treinta años antes el Producto Interior Bruto apenas representaba 106.963 millones de euros. Hemos multiplicado por diez nuestro resultado como nación, a pesar de errores, traspiés, vacilaciones, crisis propias, crisis importadas y toda clase de vicisitudes para contar con una de las economías más abiertas del mundo... Y cierra España.