Todos

Amador G. Ayora: Un Gobierno en blanco



    Zapatero abrió la caja de Pandora el miércoles pasado en el Congreso. Su discurso fue fútil y falto de conexión con la realidad, como acostumbra. Pero sus gestos delataron sus próximos movimientos.

    La creación de una comisión anticrisis con Sebastián, Salgado y Blanco delimita claramente cuál es el equipo de confianza en estos momentos y con el que llegará hasta finales de la legislatura. Aunque en esta ocasión las ausencias son tan significativas como las elecciones. La desaparición de dos de los tres vicepresidentes, María Teresa Fernández de la Vega y Manuel Chaves, los coloca claramente como candidatos a la salida en la próxima remodelación de su Gabinete.

    Lo de Chaves no sorprende, ya que era un destino para justificar su abandono del feudo andaluz. De la Vega se ha quemado con la subida salarial a los funcionarios. Estuvo ya a punto de caerse del cartel en la anterior remodelación y será incluida en ésta. Me consta que ella ha comunicado a sus más allegados su próxima marcha del Gobierno.

    El inconveniente de ser amigo de Montilla

    La otra separación sonada es la de Celestino Corbacho. El titular de Trabajo, fichado para arreglar los asuntos de la inmigración, no ha dado ni una. La reforma laboral sigue pendiente, después de tres fotos en Moncloa con sindicatos y Gobierno. Pero el pecado que no ha podido redimir Corbacho es su pertenencia al clan de Montilla, al que Zapatero ha declarado la guerra para apartarle de la Generalitat.

    No se sabe la suerte que correrán algunos ministerios como el de Ciencia, dirigido por Cristina Garmendia, que ha resultado un sonoro fracaso. O el de Vivienda, cuya titular, Beatriz Corredor, tiene una oferta permanente para sustituir a Tomás Gómez en la Federación Socialista Madrileña (FSM).

    Blanco, el mirlo blanco

    En cuanto a los elegidos, lo lógico es pensar que son los candidatos a vicepresidentes en la nueva etapa que se abra tras concluir el mandato de la Presidencia europea. El hombre a seguir es José Blanco, el ministro revelación de Fomento. Blanco es respetado en el mundo empresarial, a la par que ha construido una excelente relación con los gobernantes tanto de izquierdas como de derecha. Es algo así como Messi en el Barcelona o Cristiano Ronaldo en el Madrid.

    Todos ven en Blanco el delfín del presidente, el hombre en quien podría delegar la presidencia del partido en caso de que decida retirarse, como apunta su círculo más cercano. El ministro de Fomento parte con la ventaja de que controla el aparato del PSOE como vicesecretario general.

    En cuanto a Salgado, su recorrido debería acabar junto al de Zapatero, ya que nadie confía en ella. Pero tiene la ventaja de ser mujer, y eso siempre es un valor sostenible para el presidente del Gobierno. Sebastián pasó de la gloria al infierno y ha regresado a la gloria. Parece que recupera enteros tanto en el partido como entre los preferidos por Zapatero, pese a que se le atribuye la batería de medidas de corte keynesiano, como los 400 euros o los planes E, que no han servido más que para endeudarnos.

    Existe, por último, un candidato escondido, de novela de espías, el ministro de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque cuenta con resistencias internas y va diciendo por ahí que no está interesado.

    Los remiendos de Zapatero

    Todo el edificio gubernamental está en remodelación. Zapatero intenta ganar tiempo con su comisión anticrisis en lugar de tomar medidas. Intenta calmar los ánimos de los barones regionales, que le reclaman reformas urgentes. Las elecciones autonómicas se celebrarán antes que las generales. La primera cita está en Cataluña, donde Convergencia puede recuperar el Gobierno de la Generalitat.

    Los sondeos internos apuntan a que tiene serias dificultades para conservar la mayoría en dos de sus feudos: Andalucía y Castilla-La Mancha. Ya se ve que el presidente de esta última comunidad, José María Barreda, está que trina.

    El PP, por el contrario, rozaría la mayoría absoluta si las elecciones se celebraran mañana. El problema de Mariano Rajoy es que los comicios serán dentro de dos años y en un plazo tan largo de tiempo las cosas pueden cambiar de manera significativa.