Bolsa, mercados y cotizaciones
La política comercial de Alemania, en el banquillo de sus socios europeos
La ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, formuló abiertamente esas críticas, en una entrevista publicada este lunes por el diario británico Financial Times. Lagarde dijo en particular "no estar segura" de que el modelo alemán, basado en "una fuerte presión sobre los costes de mano de obra" para mejorar su competitividad, "sea viable a largo plazo para el conjunto del grupo (de la zona euro)". "Está claro que necesitamos una mejor convergencia", añadió.
Alemania está de acuerdo con la necesidad de mayor convergencia, pero preferiría abordar el problema por otro lado, pues sería "mejor reflexionar juntos sobre una estrategia de crecimiento, en lugar de obligar a algunos a frenarse artificialmente", afirmó este mismo lunes el portavoz de la jefa de gobierno Angela Merkel.
El portavoz subrayó el rol del 'Mittelstand' alemán, ese tejido de pequeñas y medianas empresas muy especializadas y grandes exportadoras, "muy innovadoras y que reaccionan muy rápido" a la coyuntura. "La pregunta es ¿cómo los demás pueden también lograrlo?", insistió el portavoz del Gobierno alemán. En suma, los demás deben hacer lo mismo.
"Que algunos países, que en el pasado vivieron gracias a sus logros y han descuidado su competitividad, critiquen ahora a otros, es humana y políticamente comprensible, pero no deja de ser injusto", reaccionó por su parte el ministro alemán de Economía, Rainer Bruderle. "Las reformas estructurales necesarias para recobrar la competitividad son dolorosas", declaró Bruderle al diario Frankfurter Allgemeine.
Los reproches de Lagarde a Alemania no es nuevo: la moderación salarial de los últimos años permitió a los productos 'made in Germany' ser más competitivos en los mercados mundiales.
Al mismo tiempo, la moderación de los consumidores frena las importaciones. Resultado: Alemania, que acaba de ceder a China el título de primer exportador mundial, exhibe cada año superávits comerciales que hacen palidecer de envidia a sus vecinos.
Según el diario Bild, la representación en Bruselas del Parlamento alemán está preocupada por las críticas que sostienen que el crecimiento económico de Alemania se realiza "en detrimento de los demás". Es también la formulación elegida por el semanario The Economist, que exhorta al país a "cambiar, por su bien y por el de los demás", en su última edición. "No somos un país que decreta los salarios o el consumo", replica Berlín.
En un país que carece de salario mínimo generalizado, el Gobierno puede actuar difícilmente en ese ámbito. Los sindicatos alemanes aceptaron en los años 90 salarios relativamente bajos para preservar el empleo, en un momento en que la industria estaba en plena reestructuración. En consecuencia, los ingresos de las familias son relativamente moderados. Le creciente presión fiscal y la tendencia de los alemanes a ahorrar hicieron el resto.
La tendencia no parece que vaya a invertirse: el acuerdo salarial negociado el pasado mes por el sindicato IG Metall para 3,5 millones de operarios de la metalurgia privilegia la preservación del empleo, a costa de las alzas de salario.
Hay otros instrumentos, al margen de los salarios, para estimular la inversión y el consumo, aseguran algunos expertos, aludiendo por ejemplo a la fiscalidad. Pero también en este aspecto Berlín corre el riesgo de decepcionar a sus socios: los liberales, miembros del gobierno de Merkel y defensores de bajadas masivas de impuestos, están dispuestos a postergar hasta 2012 la próxima ola de reducciones fiscales, afirmó el domingo su secretario general.