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Airbus presenta su avión militar A400M como un modelo polivalente
Destinado a reemplazar los antiguos aviones de las flotillas europeas como el Transall C-160, el flamante aparato será el futuro avión de transporte de los ejércitos francés, alemán y británico, en un primer momento.
Presentado como un aparato de múltiples usos, el A400M puede transportar tropas (hasta 116 efectivos) y material (más de 35 toneladas) para misiones de mantenimiento de la paz o humanitarias pero también en territorio hostil.
El A400M también puede garantizar el abastecimiento en vuelo de otros numerosos aviones y helicópteros.
Y en especial, podrá hacerle la competencia al C-130 del constructor estadounidense Lockheed Martin.
Las dimensiones de su bodega, 17 metros de largo por cuatro de ancho, deberían permitirle transportar todos los materiales que se usan en la actualidad y también lo de nueva generación, como helicópteros NH90 y Tigre y el vehículo blindado VBCI.
El A400M fue concebido para aterrizar en pistas accidentadas de menos de 700 metros y es capaz de despegar en una distancia de 1.150 metros.
Sus medidas son: 1,47 metros de alto por 45,1 metros de largo (casi la mitad de una cancha de fútbol) por una envergadura de 42,4 metros. Podrá volar a 780 km/h a una velocidad 30% superior a la de los aviones actuales y alcanzar los 11.100 metros de altitud, es decir unos 37.000 pies.
El Airbus A400M, que este viernes cumplió en Sevilla, su primer vuelo de prueba, aplazado en varias ocasiones, debería ser capaz de volar en un espacio aéreo civil y de aterrizar y despegar de aeropuertos no militares, lo que exige determinadas normas de certificación más estrictas pues en los aeropuertos civiles rigen medidas de seguridad más elevadas.
El A400M está dotado de cuatro nuevos motores turbopropulsores que son los más poderosos desarrollados en el mundo occidental con más de 10.000 caballos de fuerza cada uno, gracias a hélices de 5,33 metros de diámetro equipadas de ocho aspas.
El motor del A400M fue fabricado por el consorcio europeo EPI, que reúne a las francesas SNECMA (SAFRAN), a la británica Rolls Royce, al español ITP y al alemán MTU, que en los últimos años habían dejado de fabricar turbopropulsores militares.
Presionados políticamente por los países europeos clientes de Airbus, y preocupados por dar trabajo a sus nacionales, esas compañías prefirieron descartar a los fabricantes estadounidenses Pratt and Whitney o General Electric, que en cambio tenían experiencia en esos motores.
El hecho de que cuatro empresas hayan trabajado sobre un mismo producto no fue muy fácil y provocó varios años de atraso en el programa inicial previsto.