La renta variable suma 1,7 billones de dólares desde su victoria, mientras la renta fija pierde 1,5 billonesLa excepción es el ‘papel’ americano a 10 años, que genera plusvalías del 0,49% en lo que va de añoEl mercado -y el mundo- desconoce cómo Donald Trump, que toma mañana posesión de su cargo, se las ingeniará para cumplir aquello que ya se ha descontado: un mayor crecimiento e inflación a golpe de políticas más expansivas. Sin embargo, desde que los ciudadanos lo eligiesen para dirigir la primera economía del mundo, el pasado 9 de noviembre, las expectativas de que lo cumpla han desatado un rally en las bolsas mundiales, representadas en el MSCI World, del 5 por ciento y una huida masiva del mercado de deuda global, que deja pérdidas del 3,5 por ciento, según el índice que recoge su evolución (el Bloomberg Barclays Global Aggregate Total Return). Estas, no obstante, se han mitigado en las últimas dos semanas. La falta de detalles sobre los planes de Trump ha provocado que los bonos recuperen más de 1,2 billones de dólares desde el pasado 3 de enero. La cuestión es si esta recuperación del mercado de renta fija es algo puntual o si, por el contrario, la rotación vista hacia la bolsa puede continuar. Por contextualizar, hablamos de que los bonos han perdido 1,5 billones de dólares desde que se conociera que Trump es el nuevo inquilino de la Casa Blanca mientras el valor de la renta variable mundial se ha incrementado en 1,7 billones de dólares impulsada por los valores cíclicos (ver gráfico). Con la excepción de Francia, las grandes plazas del Viejo Continente están en positivo en 2016 y también Wall Street. De cara a un futuro próximo, esta tendencia continuará, según los expertos, a medida que llegue la inflación. “Las señales positivas del ciclo deberían dar soporte a las bolsas y a los segmentos de mayor riesgo dentro de la renta fija”, explica Andrés López Fernández, gestor de fondos de renta fija de Imantia. “Aunque con las exigentes valoraciones actuales”, continúa, “no deberían extrañar ciertas correcciones en las cotizaciones”. Sin catalizadores negativos en el corto plazo, explica, lo lógico sería pensar que puedan seguir derivándose flujos hacia activos de mayor riesgo. ¿Por qué se compra deuda? A pesar de ello, la penalización sufrida por el mercado de deuda ha tenido un alto en el camino en las últimas semanas, periodo en el que los bonos globales han recuperado unos 1,2 billones de euros (ver gráfico). Sin embargo, si se pone el foco en la deuda pública, puede afirmarse que el inversor pierde dinero con ella en este arranque de ejercicio a diferencia de los números verdes que consigue buena parte de las bolsas. Con una única excepción: la del papel americano. Su rentabilidad a diez años se ha relajado del 2,44 al 2,39 por ciento, lo que se traduce en plusvalías latentes del 0,49 por ciento para quien comprase uno de estos bonos en enero. Aunque la última encuesta de Bloomberg, no obstante, prevé que acabe el año en el 2,75 por ciento, lo que implicaría asumir pérdidas desde los niveles actuales. Pero, ¿a qué responden esas compras? “Después de la fuerte caída en precio de los bonos, no es de extrañar que parte del mercado haya optado por aumentar el peso de la renta fija o por elevar la duración, dado que, aunque las expectativas hayan virado con cierta brusquedad, se han generado oportunidades en alguno de estos activos, por lo que se podría decir que esas entradas han obedecido principalmente a un tema de valoraciones”, señala Amílcar Barrios, analista de inversiones de Tressis. Además de esa razón, “no podemos olvidar”, apunta el experto, “que para los compradores naturales de bonos, léase aseguradoras por poner un ejemplo, el descenso de los precios de estos activos ha sido aprovechado dadas las dificultades para encontrar valor”. Se puede ganar un 0,51% Esos impedimentos se reflejan, por ejemplo, en la expectativa de ganancias que existe para una cesta representativa de deuda europea este año, reflejada en el índice Barclays Capital Euro Aggregate Bond (el equivalente al EuroStoxx 50 en renta fija), que se sitúa en el 0,51 por ciento. Aunque parezca poco, lo cierto es que llegó a desplomarse hasta el 0,17 por ciento en septiembre del año pasado, cuando muchas referencias del Viejo Continente dibujaron mínimos históricos al calor de las laxas políticas de los bancos centrales. Detrás de esas compras vistas últimamente en el mercado de renta fija se puede identificar otro motivo, en opinión de Jorge Ceballos, responsable de distribución de renta fija de Beka Finance. “La volatilidad va en aumento, pero el performance reciente de determinados de estos créditos hace que la percepción de una parte de la base inversora siga viendo en renta fija un cierto refugio”. La reacción o sobre-reacción de algunas bolsas, continúa, “a algunos acontecimientos recientes hace pensar que no existe toda la estabilidad que debiera y que el riesgo principal sigue afectando y, por tanto, en estas circunstancias, la renta fija ofrece un punto más de estabilidad”.