El Tesoro se ve forzado a abonar un rendimiento histórico por los bonos a dos, cinco y siete añosLa caída de la demanda certifica la creciente dificultad para emitir deuda pública a largo plazoNadie dijo que fuera fácil. Pero tampoco que finalmente resultara tan difícil. Ayer, cuando el Tesoro Público se las vio con los inversores para pedirles dinero prestado, pudo ver en sus ofertas el colmillo más afilado que el mercado ha exigido para comprar deuda española desde que existe el euro. Unos intereses sin precedentes en la historia reciente; unos intereses de una época en la que en los bolsillos había pesetas y en la que los tipos de interés aún los fijaba el Banco de España; unos intereses, en definitiva, "insoportables", como calificaron fuentes del mercado. Siendo malo, lo peor no fue ese veredicto. Tampoco que, tras la subasta, el rendimiento de los bonos a 10 años volviera a superar el nivel crítico del 7 por ciento o que la prima de riesgo elevara su récord hasta los 579 puntos básicos -ver página 17-. Lo más negativo es que esas mismas fuentes certifican la cruda realidad en la que España habita ahora. "Es lo que hay", concluyen para valorar la subasta, con un sentimiento situado a medio camino entre el pragmatismo más absoluto y el abatimiento. En números, ese "es lo que hay" se traduce en que los costes de financiación se dispararon ayer un 20 por ciento con respecto a junio para los bonos a dos años; un 6,4 por ciento en los títulos a cinco años; y un 38,7 por ciento en el caso de las obligaciones a siete años, un salto mayor porque no se emitían desde febrero. O dicho de otro modo: los bonos con vencimiento a 2014 que hace un mes le costaron al Tesoro un interés medio del 4,33 por ciento, ayer se encarecieron hasta el 5,20 por ciento; para los títulos con vida hasta 2017, el peaje creció del 6,07 al 6,46 por ciento; y para el papel a 2019, la factura aumentó del 4,83 al 6,70 por ciento. Síntomas preocupantes Al menos, al organismo emisor le quedó el consuelo de haber nutrido las arcas públicas con tanto dinero como pretendía. El Tesoro se había propuesto captar entre 2.000 y 3.000 millones de euros con la operación, y pudo apurar esa horquilla, ya que logró 2.980 millones. Sin embargo, un análisis más detallado muestra una imagen no tan optimista. La clave reside en cómo se repartió ese volumen: 1.359,2 millones de euros procedieron de los bonos a dos años; 1.074,4 millones, de los bonos a cinco años; y 547,7 millones de las obligaciones a siete años. A mayor plazo, por tanto, menos cantidad. ¿Casualidad? En absoluto. "Más allá de los títulos a cinco años, apenas hay pulso", confirma José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Es decir, el mayor riesgo que se cierne ahora sobre España, consistente en tener que pedir un rescate total, está asomando su peligrosa figura. Porque lo que se intuyó ayer es que, paulatinamente, el mercado se le está cerrando a España; y si esa amenaza se convierte en realidad y el Tesoro pierde su acceso a la financiación del mercado, al Gobierno no le quedará más remedio que pedir un rescate total para conseguir el dinero que necesita para pagar la deuda contraída en el pasado. "Que España e Italia quedaran fuera del mercado causaría un efecto mucho mayor que la quiebra de Lehman Brothers", advierte José Carlos Díez. Otro síntoma de las dificultades para obtener financiación a medio y largo plazo se observó en la demanda. Aunque no estuvo mal, puesto que, pese a todo, alcanzó los 6.410 millones de euros y superó en 2,15 veces la cantidad captada, lo cierto es que fue notablemente inferior a la registrada en las operaciones comparables. Si en junio la ratio de cobertura (número de veces que la demanda cubre la oferta) alcanzó las 4,26 veces y las 3,44 veces en los bonos a dos y cinco años, ayer menguó hasta las 1,9 y las 2,06 veces. En el caso de los títulos a siete años, la proporción pasó de las 3,27 veces de febrero a las 2,94 veces. El BCE en el pensamiento Más intereses, menos demanda y, al menos, el paliativo de haber captado casi los 3.000 millones perseguidos. "Es lo que hay. El Tesoro tuvo que pagar un precio alto para conseguir el dinero que quiere", comenta resignado un operador de renta fija de una entidad española. Y añade de forma aún más contundente: "No puede hacer otra cosa. Si no puede emitir deuda a largo plazo, tendrá que hacerlo a corto. Hoy por hoy, es una cuestión de supervivencia, de captar el dinero que necesita para ir refinanciando la deuda. Y esta semana, entre letras y bonos, ha conseguido los 6.500 millones que quería. A un alto precio, sí, pero nadie regala nada". Así de lejos ha llegado la crisis para la solvencia española. "El Estado tiene una difícil papeleta, ya que ve que, a pesar de los recortes anunciados, no termina de conseguir financiación más barata. Estamos en un contexto preocupante, en el que nuestro país está en la peor de las situaciones", lamenta Miguel Paz, de Unicorp Patrimonio. ¿Alguna solución? Sí. En Fráncfort. En el Banco Central Europeo (BCE) y la posibilidad de que reactive su programa de compras de deuda pública, inactivo en las 18 últimas semanas. "No hay liquidez. Con dos duros, el BCE se llevaría la prima española a los 300 puntos básicos. Sería muy bueno que volviera a comprar", sostiene el operador anterior. Por el momento, sin embargo, en la EuroTower, donde tiene su sede el BCE, no hay intención de retomar las compras. Mientras no lo haga, persistirá la presión. Ya saben. Es lo que hay...