Como la bolsa aplique el dicho de que lo que mal empieza mal acaba, que nos pille confesados en 2008. Las plazas mundiales han sufrido en tan sólo un mes unas caídas superiores al 10 por ciento ante la confirmación de que la crisis crediticia está teniendo un impacto negativo creciente en la economía real.El principal índice español, el Ibex 35 , no ha sido ajeno a esta cruda realidad. Se ha dejado un 12,87 por ciento en el mes, con lo que ha sufrido el peor enero de su historia , hasta terminar en los 13.229 puntos. Además, este mes se cuela como el cuarto peor desde su creación oficial en enero 1992.Y es que pocas veces 31 días habían reunido tanto problemas juntos para los parqués. Desde el primer minuto hasta el último, la retahíla de malas noticias ha sido constante. Abrieron la veda los malos datos de creación de empleo en EEUU en diciembre, que demostraron que el país podía estar entrando en recesión. La economía americana apenas generó 18.000 puestos de trabajo, el menor número desde agosto de 2003. A este dato se unieron unas pésimas cifras de ventas al por menor en diciembre -fueron las Navidades más austeras desde 2003- y otras estadísticas que confirmaron que el enfriamiento del sector residencial va para largo y que la actividad industrial también se está resintiendo. Para complicar aún más las cosas, cada vez hay más pruebas de que la ralentización económica no es patrimonio norteamericano, ya que otros países o regiones, como Inglaterra, Canadá o la zona euro, también están transmitiendo síntomas de debilidad.Malas cuentasPor si no había bastante con unas referencias económicas que hacían pensar en lo peor, los problemas del sector financiero demostraron que aún hay mucha tela que cortar en relación con las hipotecas de alto riesgo o basura -subprime- y las consecuencias derivadas de ellas. La cascada de malas noticias fue continua... y creciente.Primero llegó lo que ya se presumía. A saber, las fuertes pérdidas sufridas por bancos de inversión norteamericanos como Citi o Merrill, cuya exposición a los productos subprime quedó de manifiesto en el último trimestre de 2007. De algún modo, los inversores contaban ya con ello, por lo que lo soportaron sin demasiados contratiempos y con la esperanza de que no llegaran más sorpresas desagradables.Pero llegaron. Lo que no esperaban es que a las hipotecas basura y a la lista de entidades contagiadas se añadiera un nuevo concepto: las monoline. Éste es el nombre que reciben unas compañías que se dedican a avalar emisiones de bonos por parte de compañías, bancos y entidades públicas en EEUU. Se dedican, por tanto, a asegurar esos títulos y otorgarles su respaldo financiero. El problema, sin embargo, es que también se han visto sacudidas por la epidemia subprime. Como consecuencia de ese impacto y de la caída de los beneficios que se está provocando, la agencia de calificación Fitch rebajó el 18 de enero el rating de Ambac, la segunda mayor compañía del sector, de AAA -la mejor nota posible- a AA. Para las monoline, perder la mayor calificación equivale prácticamente a ser sentenciadas a muerte. El problema es que si eso llegase a ocurrir, los bonos que han avalado perderían valor, provocando suculentos agujeros en las carteras de los inversores que los posean. Por tanto, el efecto monoline se suma al subprime y amenaza con prolongar durante mucho más tiempo las tensiones de los mercados de crédito.Pero no quedó ahí la cosa. La situación entre las entidades financieras se tornó ya casi bochornosa por el affaire Kerviel. El banco francés Société Générale comunicó que uno de sus operadores, Jérôme Kerviel, provocó un fraude en la entidad por valor de 4.900 millones de euros sobre activos europeos. Sumados a las pérdidas derivadas de las hipotecas basura, los números rojos del banco galo superaron los 7.000 millones de euros.Actuación de urgenciaLa desconfianza generada por los malos datos económicos, los problemas de las monoline y la crisis de Société Générale constituyeron el caldo de cultivo ideal para que, el lunes 21 de enero, los pilares de los parqués internacionales hicieran crash. Se vieron desplomes comprendidos entre el 5 y el 10 por ciento en todo el mundo. Una vez más, el Ibex 35 no se salvó de la quema: cedió un 7,5 por ciento, en la que constituyó la sesión más aciaga de su historia.La alarma se había encendido. La había activado un pánico en la jornada posterior llevó incluso a que el índice español, que había despedido 2007 en los 15.182,3 puntos, perdiera la cota de los 12.000 en la mañana del 22. Hasta que la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, intervino para detener la sangría. Lo hizo, además, sin miramientos y sin esperar la llegada de una de sus reuniones regulares. El martes 22, en una decisión histórica, recortó los tipos de interés oficiales del 4,25 al 3,5 por ciento, el mayor movimiento bajista desde 1984. La maniobra, en efecto, tranquilizó los ánimos. De hecho, el 24 de enero el Ibex logró tomarse la revancha. Se revalorizó un 6,95 por ciento. Nunca antes había subido con tanto ímpetu.Más allá del alivio temporal que supuso, la actuación de la Fed puso de manifiesto que la situación económica y financiera no es que sea grave, es que es extrema. El riesgo de recesión en EEUU es real y ha crecido por momentos, el sector financiero sigue dando muestras de opacidad y flaqueza y la actividad inmobiliaria más que fría es gélida. Quedó constatado cuando el pasado miércoles la Reserva Federal abrió otra vez el grifo monetario para situar el precio del dinero en el 3 por ciento, el nivel más bajo desde junio de 2005 y por debajo del 4 por ciento en el que están los intereses en la zona euro.Excepciones contadasTodo este tumulto exacerbó el nerviosismo entre los inversores, que ante la que se avecinaba dieron rienda suelta a las ventas. Una muestra de la debilidad existente se reflejó en que de las 22 sesiones celebradas sólo siete acabaron con un balance positivo. Otro factor que refuerza la tendencia bajista fue la contratación. Hasta la fecha, la negociación media registrada en las jornadas bajistas ha ascendido a 7.675 millones de euros, por encima de los 7.150 millones en los que se sitúa el promedio de los días alcistas. En total, y a falta de confirmación oficial, la negociación de enero podría haber crecido hasta los 182.000 millones de euros, la cifra más alta de la historia.Además, sólo dos valores del Ibex pudieron cerrar el mes en terreno positivo: Grifols y Sogecable , que subieron un 5,39 y un 1,28 por ciento, respectivamente. La seriedad de los recortes vino de la mano de la banca, que fue el sector más damnificado del índice, con caídas que rondaron el 20 por ciento en el caso de Santander y el 16 por ciento en BBVA . Hay que tener en cuenta que sólo estos dos valores pesan un 28 por ciento en conjunto en el indicador, por lo que el comportamiento del Ibex depende mucho de su evolución. Por su parte, las constructoras siguieron con su goteo de pérdidas y por ejemplo Acciona se dejó un 21,7 por ciento y Sacyr cayó un 19,9 por ciento.Iberia se coló como el peor valor del índice tras perder un 24 por ciento en enero, ante la entrada de Caja Madrid en el accionariado, un movimiento que dificulta una posible opa hostil (ver página 23). También las empresas relacionadas con el consumo sufrieron un mal mes, como Inditex , que bajó un 20,28 por ciento. La posibilidad de que las ventas caigan por la desaceleración económica en España afectó a su cotización e incluso algunas firmas de inversión revisaron a la baja sus previsiones de beneficio.En el otro lado de la balanza estuvo el sector eléctrico, que sirvió de refugio al inversor por su carácter defensivo en momentos de crisis. Además, la posibilidad de que Iberdrola reciba una oferta de compra por parte de ACS y EDF mitigó las pérdidas mensuales y animó a todas sus homólogas. Por eso, la empresa presidida por Ignacio Sánchez Galán se colocó como el tercer mejor valor en aguantar esta crisis con unas pérdidas del 2,12 por ciento, hasta los 10,18 euros por título. De cerca le siguió Unión Fenosa, que perdió un 3,27 por ciento y Enagás, que recortó un 7,85 por ciento en enero .