Si el mítico John Pierpont Morgan levantara la cabeza, estaría orgulloso de las personas que han seguido sus pasos al frente de los grandes bancos de inversión del mundo. Posiblemente, les hubiera reprendido por no haber actuado con mayor premura, pero ya se sabe, nunca es tarde si la dicha es buena. Y en este caso la dicha lo es. Según trascendió durante el fin de semana, las principales entidades financieras del mundo han decidido dar un paso al frente para combatir los problemas crediticios derivados del estallido de la crisis hipotecaria en EEUU. En concreto, podrían reunir una suma que oscilaría entre los 80.000 y los 100.000 millones de dólares -entre 56.200 y 70.500 millones de euros- para recomprar los activos emitidos con el respaldo de productos hipotecarios. Vendría a ser, por tanto, un plan de rescate diseñado para evitar males mayores. Es decir, algo similar a lo que John Pierpont Morgan -hijo homónimo del fundador de la actual JPMorgan- hizo hace exactamente un siglo en parecidas circunstancias. Con el objeto de llegar a un acuerdo que solventara los problemas financieros existentes entonces, Pierpont Morgan reunió a los grandes banqueros para que mantuvieran vivo el mercado crediticio. El éxito cosechado por esta iniciativa provocó que dicho recurso siempre aflore cuando surge una crisis. Más recientemente, el anterior presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan, logró que los banqueros norteamericanos aportaran el dinero preciso para rescatar al fondo Long Term Capital Management (LTCM) en 1998, y evitar males mayores -de nuevo-. ¿Qué les mueve a alcanzar dichos pactos, a aportar miles de millones de dólares? Sí, está claro que lo hacen para evitar males mayores... pero porque saben que éstos afectarían en primera persona y en primer lugar a sus propios intereses. Por supuesto que su actuación coordinada puede ayudar a pasar el trance con mayor facilidad, tal como lo demuestra la propia historia. Pero, yendo más allá, los bancos de inversión no deben limitarse a donar dinero. También deben hacer propósito de enmienda, porque su figura late tras los excesos cometidos en los últimos años.