No son aquellos forajidos que cabalgaban cuanto podían para cruzar el río Bravo a toda costa y ponerse a salvo en territorio mexicano. Pero cada vez recuerdan más a ellos. Sobre sus cabezas también figura el lema Se busca, pero no porque hayan cometido algún delito, sino porque sus elevados precios los hacen sumamente valiosos. Y, por supuesto, también corren. Lo hacen a toda velocidad. Aunque su frontera no es la que delimitaba los terrenos de Texas y México, sino la de traspasar los precios más altos de su historia. Son el petróleo y el oro, que vuelven a destaparse tras el respiro que se concedieron durante la semana pasada. Ayer, la cotización del crudo se disparó más de un 2 por ciento a ambos lados del Atlántico, con lo que acumula una revalorización superior al 5 por ciento en las tres últimas sesiones. En Europa, el barril Brent superó otra vez los 80 dólares y acarició su récord, situado en los 81,05 dólares. Y el barril norteamericano WTI rebasó de nuevo los 83 dólares. La fortaleza mostrada ayer por el petróleo respondió a la caída de los inventarios en EEUU, ya que durante la última semana las reservas de crudo descendieron en 1,7 millones de barriles. En cuanto al metal precioso, no quiso ser menos que el petróleo. También encadenó su tercera jornada consecutiva al alza, una secuencia en la que ha subido un 2,5 por ciento. Siguiendo la estela del crudo, la cotización de la onza de oro sumó ayer un 1,3 por ciento y rebasó los 750 dólares por primera vez desde 1980. En su caso, la caída del dólar -ver página 26- y el temor a que crezcan las presiones inflacionistas sirvieron para incentivar las compras.