Los inversores no dan puntada sin hilo en los mercados financieros. Aunque hay ocasiones en las que la irracionalidad se apodera de la situación, lo cierto es que todo cuanto acontece en ellos suele responder a una lógica, hasta tal punto que los movimientos de activos distintos se acompasan como si fueran piezas perfectamente engrasadas de una maquinaria precisa. Incluso en los turbulentos tiempos sufridos con motivo de la crisis se ha observado esa concatenación de elementos, una secuencia que respondía a un mismo patrón. Así ocurrió, por ejemplo, entre marzo y finales de 2009, nueve meses en los que el apetito por el riesgo retornó a los mercados. Esa 'operación regreso' se activó con una serie de pautas que se fue retroalimentando. Con la debilidad del dólar y del yen como epicentro, puesto que eran las divisas en las que los grandes inversores se financiaban para luego buscar mayores rendimientos potenciales -una estrategia llamada 'carry trade'-, los activos con riesgo resucitaron. El 'dinero caliente' llegó de nuevo a las bolsas y las materias primas y salió, como no podía ser de otra forma, de la deuda pública. ¿Quién iba a contentarse con la irrisoria rentabilidad que ofrecían los bonos en un contexto en el que las grandes potencias dejaban la recesión atrás? Pues eso, a vender dólares, yenes y bonos y a comprar euros, bolsa y materias primas. ¿Qué pasaba si volvían las dudas sobre la economía y el envalentonamiento se desvanecía? Sencillo. El proceso se daba la vuelta, y eran el dólar, el yen y los bonos los que rebotaban y el euro, las bolsas y las materias primas los que sufrían descensos. Cambio de rol En esa secuencia, el dólar y el yen eran los grandes soportes. Caminaban juntos -no de forma exacta, pero sí en el mismo sentido-. Sin embargo, esa conexión se está rompiendo en la actualidad. Sobre todo, porque ahora la desconfianza no es respondida con una apreciación del 'billete verde', sino con una caída. "Si bien en el pasado los malos datos de EEUU tendieron a reducir el apetito de riesgo y supusieron un soporte para el dólar, la fortísima y aislada desaceleración de los datos norteamericanos respecto del resto del mundo ha provocado por fin la debacle del dólar", comenta John J. Hardy, estratega de divisas de Saxo Bank, para subrayar ese cambio de percepción en torno al dólar. Esta variación está dislocando el anterior engranaje, en el que sobresalen dos comportamientos discordantes. Son la apreciación del yen y las compras de bonos, dos reacciones que contrastan con las recientes subidas observadas en la bolsa y las materias primas. ¿Por qué? Porque la subida del yen -está en máximos de 15 años contra el dólar- y del precio de los bonos son fruto del miedo a una recaída económica y la de los activos con riesgo responde al convencimiento de que la recuperación aún tiene mecha para rato. La batalla, por tanto, está planteada. Si tienen razón las bolsas y las materias primas, retornarán la depreciación del yen y las ventas de bonos, sobre todo estadounidenses. ¿Y si la lucha cae del bando del yen y la deuda pública? En ese caso, la verdadera ganadora será la crisis, que seguirá imponiendo su ley.