El índice español remonta el bache y consigue subir un 3,5 por ciento, hasta los 14.641,7 puntosLos movimientos corporativos han marcado su ley por encima de las dudas sobre la economíaMadrid. "Con todo lo que ha llovido, y lo poco que nos hemos mojado". Si pudiera, seguramente éste sería el pensamiento que expondría hoy el Ibex 35, el índice bursátil más importante de España. Y la verdad es que no es para menos. A comienzos de marzo, cuando perdió un 5,45 por ciento en su peor semana desde septiembre de 2002, en el horizonte del Ibex parecían vislumbrarse unos nubarrones tan oscuros que más que tormenta lo que se esperaba era un auténtico diluvio vendedor. Esos temores cobraron aún mayor fundamento cuando, el 14 de marzo, descendió hasta los 13.602,4 puntos. En apenas dos semanas, el índice español había cedido 1.250 puntos, se había alejado del sueño de conquistar los 15.000 puntos y presentaba unos números rojos que ya rondaban el 4 por ciento en 2007. Y como todo lo que va mal es susceptible de ir a peor, nada invitaba al optimismo. Pero en ese momento, justo cuando los inversores ya buscaban cobijo en la deuda pública o cualquier activo que no tuviera riesgo, el cielo acabó despejándose. Así, casi sin más. Sin grandes alharacas ni demasiado ruido, el Ibex 35 ha recuperado, pasito a pasito, más de 1.000 puntos en las doce últimas sesiones, una reacción tan poderosa que le permite cerrar el primer trimestre del año con un botín impensable hace sólo quince días. En estos tres meses ha subido un 3,5 por ciento -en marzo ha sumado un 2,7 por ciento-, hasta los 14.641,7 puntos, en el que ha sido su tercer trimestre consecutivo de ganancias. Arranque espléndidoEn un principio, sin embargo, este balance hubiera sabido a poco. El arranque del año fue fulgurante. Siguiendo la estela de 2006, ejercicio en el que el Ibex ganó un 31,7 por ciento, el índice encadenó máximos históricos de forma casi consecutiva. Así, en las 35 primeras sesiones del año renovó sus plusmarcas hasta en 10 ocasiones. La última vez fue el 19 de febrero, cuando terminó en los 14.915,8 puntos. O lo que es lo mismo, en ese instante ya sumaba un 5,4 por ciento en 2007. El secreto de esta exitosa marcha no difería mucho de lo visto a finales de 2006. Ayudó lo suyo la contención del crudo, que a mediados de enero se situó por debajo de los 52 dólares, su precio más bajo desde mayo de 2005. También echó una mano el optimismo impulsado por la Reserva Federal (Fed). En su reunión de enero, el banco central norteamericano señaló que el crecimiento estadounidense había ganado "algo de firmeza", con lo que el marco general continuaba siendo propicio. Más aún cuando el Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Japón constataron que sus respectivas áreas de influencia también mostraban un crecimiento más sólido.Para que no faltara nada, la actividad corporativa se mantenía elevada. Como muestra, una de las empresas más dinámicas en los últimos tiempos, la inmobiliaria Inmocaral, pasó de nuevo a la acción y lanzó una oferta de compra sobre su rival Riofisa en enero. Greenspan y las hipotecasPor lo tanto, los parqués parecían atravesar un escenario idílico. Pero sólo era eso: una apariencia. Lo inesperado se hizo realidad el 27 de febrero. Ese día, los índices chinos sufrieron descensos próximos al 10 por ciento. Y lo que daba la sensación de ser un colapso local, se propagó por los parqués de todo el mundo. Sobre todo, cuando los inversores comenzaron a ver en sus pantallas que el ex presidente de la Fed, Alan Greenspan, había advertido en una videoconferencia de la posibilidad de que EEUU entre en una fase de decrecimiento -recesión- a finales de este mismo año. Estas palabras se tornaron casi en proféticas cuando, a comienzos de marzo, se destapó la crisis de las hipotecas basura, o con riesgo, en Estados Unidos. Varias entidades especializadas en dar ese tipo de hipotecas estaban a punto de quebrar por el repunte los impagos, con el consiguiente miedo a que se produjera un efecto contagio sobre todo el tejido financiero norteamericano. Esta sucesión de acontecimientos provocó el correspondiente repunte de la inestabilidad. Así, el índice VIX, empleado para medir la volatilidad de los mercados norteamericanos, subió de los 11 a los 20 puntos, un incremento que reflejó que la situación se había complicado sobremanera en los mercados. Como consecuencia, los inversores se adentraron en una "huida hacia la calidad", tal como aseguraron los analistas, consistente en buscar refugio en aquellos activos con menos riesgo. Fueron días en los que las compras volvieron a la deuda pública a largo plazo y el dinero salió despavorido de los mercados emergentes y de aquellos sectores que mejor se habían comportado con anterioridad. El resultado de esta sacudida fue evidente, y el Ibex se dejó más de un 7 por ciento entre finales de febrero y mediados de marzo. El rescate de las 'opas'En ese instante, justo cuando más se necesitaba, el baile corporativo insufló el ánimo suficiente a los inversores como para que fueran regresando a los parqués. Los movimientos han sido continuos en las últimas semanas: el acercamiento entre el banco holandés ABN Amro y el británico Barclays; la oferta de la tabaquera inglesa Imperial Tobacco sobre Altadis y los rumores sobre la posible llegada de nuevas propuestas de compra; las especulaciones, colmadas ayer con la oferta de la sociedad norteamericana Texas Pacific Group, en torno a la aerolínea española Iberia... Estas y otras maniobras han devuelto la alegría a los inversores. Tanto, que en una docena de sesiones ha dado tiempo a maquillar un balance que amenazaba con ser trágico. Por valores concretos, el primer trimestre revela que los movimientos corporativos han sido claves. De hecho, Iberia ha sido el valor más destacado, con un avance próximo al 45 por ciento, y Altadis se ha colado entre los mejores con una subida del 21,2 por ciento. Por el lado de los descensos, Metrovacesa ha pagado la lucha entre sus principales accionistas con un retroceso del 27,7 por ciento. Además, Santander, el mayor valor del Ibex, ha bajado un 5,5 por ciento.