madrid. La primera vocación de un ETF es la de replicar un índice, hablemos de un mercado (Nasdaq, Dow Jones), de un país (India, Corea, etc), o de un sector (biotecnología, energía, materias primas). Sin embargo, su popularidad en Estados Unidos ha favorecido el lanzamiento de productos más sofisticados y muy alejados de la filosofía inicial. Son productos que denominamos ETF 3G (de tercera generación). Un ejemplo lo constituyen los índices formados por valores que pagan dividendo, en los que el peso de cada valor depende del tamaño de su dividendo y no de su capitalización bursátil, como es habitual. Otro caso son los índices en los que las empresas ponderan en función del volumen de sus ingresos. Algunas gestoras rizan el rizo: PowerShares ha creado un ETF que invierte en empresas que recompran sus acciones. Incluso algunos usan derivados o endeudamiento para apalancarse y multiplicar la rentabilidad. Los reverse funds trabajan con derivados al revés del mercado: ganan si baja la bolsa, lo que los hace especialmente atractivos para aquellos inversores que buscan cómo especular a la bajada de la bolsa sin usar futuros o warrants. El mundo de los ETF crece a la velocidad del rayo porque el concepto es tan simple que basta tener una buena idea de gestión y una liquidez mínima para lanzar un nuevo producto… con riesgo de llevar el sector a una proliferación con perjuicio para el interés de los inversores.