La debilidad se ha convertido en una compañera de viaje inseparable del yen japonés. Después de que el Banco de Japón (BoJ) pospusiera hace dos semanas un repunte de los tipos de interés con el que los mercados ya contaban, la moneda nipona se encontró ayer con un nuevo revés. Las ventas al por menor cayeron tres décimas en diciembre, el mayor retroceso desde abril del año pasado. Este dato confirma que los consumidores japoneses no terminan de decidirse a ir de compras, con el riesgo consiguiente de que el fantasma de la deflación -caída de los precios- regrese a la segunda economía mundial. Aunque la inflación volvió a hacer acto de aparición durante 2006, los precios aún se encuentran por debajo del 0,5 por ciento, por lo que los riesgos todavía continúan latentes. Esta amenaza provocó la recaída del yen. En concreto, su fragilidad se dejó notar de forma especial con respecto al dólar. La moneda estadounidense se apreció un 0,3 por ciento, hasta los 121,85 yenes, aunque llegó a marcar un máximo diario de 122,2 yenes, su tipo de cambio más alto frente a la divisa japonesa desde diciembre de 2002. El euro, por su parte, se revalorizó un 0,6 por ciento con respecto al yen, hasta las 157,9 unidades, con lo que volvió a acercarse a los máximos históricos alcanzados la semana pasada, cuando llegó a cambiarse a 158,6 yenes. Tal como reconocen los operadores del mercado de divisas, las dudas que aún despierta la economía japonesa están estimulando las ventas de yenes. Así, y aunque a medio plazo se espera una importante subida de la moneda nipona, a corto plazo no descartan que caiga hasta los 125 yenes por dólar.