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Argentina después del 28-J, ¿cambiará algo en su política?

    Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina. <i>Imagen: Archivo</i>


    La derrota electoral del oficialismo despierta interrogantes sobre la capacidad del Gobierno de hacer política y deja aésta con el mismo peso que antes a la hora de definir escenarios y tomar decisiones económicas. Mucho de lo que puede acontecer de aquí en adelante, dependerá de cómo el peronismo y el no peronismo lean el resultado electoral.

    Del lado del peronismo, una primera lectura será que la oposición puede ganarle. Es de esperar entonces que el peronismo se unifique o que, al menos, intente hacerlo a nivel nacional detrás de la figura del ahora senador Carlos Reutemann. Otra lectura será que para ganar en la provincia de Buenos Aires hay que tener al ex presidente Duhalde cerca. El pro-peronismo de De Narváez ganó con olor a Duhalde, así que éste no puede quedarse fuera de la mesa chica que reparta el poder y candidatos.

    El no peronismo tiene un claro ganador que es Cobos. El gobernador socialista de Santa Fe, Hermes Binner, se quedó sin posibilidades de pelearle el liderazgo del sector. Su candidato no hizo una mala elección, pero no ganó y la política argentina se olvida rápido de los perdedores.

    ¿Y Macri? Podríamos decir que el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires ha logrado instalarse como el menos peronista del peronismo o el más peronista del no peronismo. Esa ambigüedad le permitió armar la coalición que resultó triunfadora en la provincia de Buenos Aires y su candidata local ganó, si bien por menos margen del esperado, sin discusiones. Esto le permite mantener vivas sus aspiraciones presidenciales pero, ¿será candidato del no peronismo o del peronismo?

    ¿Habrá un proyecto común?

    De Narváez, su principal aliado en estas elecciones, ratificó anoche su afiliación al peronismo y se candidateó para gobernador bonaerense. Obviamente piensa en ser candidato por el peronismo.Esto podría significar, si Reutemann se convierte en el candidato de un peronismo unido, en que deba abandonar su alianza con Macri. ¿Qué haría Macri si ello sucediera? Cabe preguntarse si Duhalde apoyará la reconstrucción del peronismo en torno a Reutemann o si intentará impulsar un proyecto propio y cómo ha quedado la relación entre Duhalde y De Narváez, después de los disgustos pre electorales que ambos se propiciaron.

    ¿Qué pasaría si el peronismo bonaerense no está dispuesto a trabajar en un proyecto común que no tenga al frente a alguien de su propia tropa? Acaso es posible que el peronismo pueda seguir dividido -Reutemann y el peronismo no bonaerense de un lado y Macri, De Narváez y Duhalde del otro-, con los riesgos de que el no peronismo pueda ganarle en 2011.

    Por último, ¿qué hará el matrimonio presidencial? ¿Aceptará la derrota o seguirá hablando, tal como lo hizo la presidenta, como si tal derrota no hubiera existido? Tal vez, negar la derrota sea la construcción mental necesaria para convencerse que no hace falta cambiar su forma de hacer política y el contenido de sus políticas.O será el mensaje para iniciar una negociación con el resto del peronismo -unificado o no- que tenga como principales cuestiones preservar la marca peronismo de aquí en adelante -que es lo mismo que preservar la estabilidad económica y social- y establecer la vida del matrimonio una vez que se aleje del poder.

    El status quo

    La situación de debilidad con la que emerge el oficialismo tras estas elecciones es, a nuestro juicio, un pasaporte para el status quo. El oficialismo no cuenta -ni lo hará en el futuro inmediato- con el poder político suficiente para impulsar iniciativas más heterodoxas e intervencionistas -chavistas-, que podrían poner en juego la paz social, el control de la calle y de la opinión pública. De hacerlo, el matrimonio presidencial podría perder incluso la posibilidad de sentarse a la mesa de electores del peronismo a la hora de definir la sucesión presidencial.

    Además, el peronismo necesita llegar a 2011 con la marca lo menos afectada posible, porque hoy sabe que la oposición puede derrotarlo y, por lo tanto, los principales actores partidarios intentarán fijar al Gobierno un marco de razonabilidad por donde transitar de aquí hasta ese entonces.

    Pero que no haya margen político para locuras no significa que los que vayan a girar hacia la ortodoxia económica de un día para otro. Lo más probable es que sigan como hasta ahora. Hacer lo que habría que hacer -frenar el aumento del gasto público, reducir subsidios, iberarmercados, recomponer precios relativos atrasados, permitir unamayor flexibilidad laboral/salarial- podría demorar una recuperación de la demanda agregada y de la recaudación en el corto plazo, aumentaría la percepción de debilidad política y reduciría sus posibilidades de usar la caja para compensar el poder político perdido.

    Problemas de financiación

    Y no sólo eso, los gobernadores e intendentes -peronistas y no- también comienzan a tener problemas de financiación -sobre todo después de una campaña que ha dejado sus cajas exhaustas- y esto puede llevar a una situación en la que resulte imposible realizar una corrección de las políticas actuales. Sobre todo cuando la situación del mercado de trabajo y los indicadores sociales comienzan a deteriorarse rápidamente, producto de la recesión yde la inflación.

    Entérminos estructurales, el status quo significa que los viejos desequilibrios -intervencionismo, restricciones, discurso anti empresa e incertidumbre-seguirán presentes,limitando los flujos de inversión y, con ellos, las posibilidades de crecer sustentablemente. Esto es así, sin importar cuán favorable o desfavorable resulte el contexto internacional de aquí en más.

    En lo coyuntural, si el escenario internacional vuelve rápidamente a ser muy bueno -algo hoy poco probable-, la actividad puede empezar a recuperarse a partir de principios de 2010. Esto ayudaría a aliviar temporalmente la restricción fiscal y, consecuentemente, reduciría la necesidad de devaluar e inflar para reencauzar la dinámica de las cuentas públicas. Se podría mantener la estabilidad nominal y la actividad podría aumentar a un ritmo muy moderado durante la transición hacia las elecciones presidenciales de 2011.

    Por el contrario, si la recuperación global no es "fenomenal", y resulta tan sólo buena -escenario más probable hoy-, los problemas fiscales se agravarían poniendo en riesgo la estabilidad nominal de la economía.