Infraestructuras

3, 2, 1... carretera conectada

  • Juan Lazcano, presidente de la Asociación Española de la Carretera (AEC)

Juan Lazcano

Digitalización, transición ecológica, conectividad, automatización, sostenibilidad, ciberseguridad… Son conceptos que hoy están presentes en toda estrategia, plan o política que se precien de novedosas, y en prácticamente todos los ámbitos de actividad. No obstante, es en las carreteras donde aquellas nociones confluyen, planteando una realidad que está llamada a marcar la auténtica transformación de la movilidad de viajeros y mercancías. Una nueva movilidad en la que la conectividad desempeñará un papel fundamental para la consecución de los objetivos de sostenibilidad y seguridad, y en la generación de nuevos servicios.

A la pregunta de cómo se está gestando esa revolución digital en el contexto de las infraestructuras viarias, hemos de desviar la mirada hacia dos factores: la movilidad conectada y autónoma y la digitalización de las infraestructuras. Así, la implantación del 5G abre un nuevo marco de oportunidades que ya se está desarrollando a un buen ritmo y que pivota sobre vehículos conectados entre sí y con la infraestructura, generadores de una ingente cantidad de datos que permiten una gestión dinámica de la información del tráfico y de la red viaria, así como de elementos de contexto tales como la climatología o la presencia de otros usuarios, transmitiendo información en tiempo real a los proveedores de servicios, actores públicos y privados de todo tipo y a los usuarios finales.

Este complejo entramado hace posible la materialización de tendencias como la "Mobility as a Service" para viajeros y mercancías, prestando especial atención a la última milla en grandes entornos urbanos y proporcionando soluciones para los ámbitos rurales más alejados, lo que permite también dar una respuesta óptima al reto demográfico. Favorece, además, la intermodalidad y la micromovilidad, prioriza la seguridad y la ciberseguridad frente a desastres naturales -relacionados o no con el cambio climático- y frente a aquéllos que pudieran derivarse de la acción humana.

Pero es que, además, estamos ante un fenómeno de desarrollos tecnológicos que, lejos de lo que pudiera parecer, no está necesariamente ligado a las grandes autopistas y ejes de comunicación; la conectividad de las infraestructuras viarias es, a día de hoy, un asunto recurrente en las redes locales de carreteras, que, aunque más modestamente, también están avanzando hacia un proceso de digitalización que hace años era inimaginable.

De todo ello se desprende que la gestión conectada de la totalidad de nuestra red viaria es, sin duda alguna, una posibilidad absolutamente viable en el medio plazo.

A nadie se le escapa que todavía queda mucho camino por recorrer, pero existen numerosos proyectos que han logrado superar la fase de investigación y aplicación piloto y que dan sus primeros pasos ofertando servicios; sin ir más lejos, el sector público ultima la creación de una plataforma de datos que permitirá dar pasos de gigante en esta línea, abordando retos como la adaptación digital, las plataformas de almacenamiento seguro de datos o la digitalización del sector público.

El cambio en la movilidad

España dispone de un sector privado con un músculo muy potente en el ámbito de las infraestructuras viarias y en el campo tecnológico, con organizaciones y empresas que desarrollan una actividad fundamental tanto dentro como fuera de nuestras fronteras. Un sector que, alineado con las nuevas políticas de movilidad, resulta clave para que pueda llegar a consolidarse con éxito el cambio de paradigma en la movilidad frente al que no hay vuelta atrás posible.

En esta reflexión no podía faltar una referencia a aquellos elementos clave que abrirán la puerta al referido proceso de cambio; entre ellos, destaca la necesidad de una adaptación física de la red de carreteras. Porque, no nos engañemos, no será posible plantear soluciones digitales si no garantizamos un buen estado de conservación de nuestras redes viarias (pavimento, señalización vertical, marcas viales, etc.), así como infraestructuras de apoyo que den soporte al correcto funcionamiento de los servicios basados en la digitalización (espacios para paradas de emergencia, sistemas de control de accesos, etc.). El desafío es claro: poner el cuentakilómetros a cero para construir los cimientos de una nueva movilidad por carretera.

"No será posible plantear soluciones digitales sin un buen estado de conservación"

¿Y cuáles serán los beneficios que todo ello reportará a los ciudadanos? Podemos enumerar algunos, como la mejora de la seguridad, reduciendo drásticamente el número de fallecidos y heridos graves a consecuencia de accidentes de tráfico; reducción de las emisiones de gases a la atmósfera; adaptación de las infraestructuras al cambio climático; mejora de la calidad del servicio que prestan las carreteras; reducción de los costes del transporte; mejora de la eficiencia energética; generación de empleo… Aunque hay muchos más. Beneficios para toda la sociedad y, sobre todo, para los usuarios del sistema de transportes, que también habrán de poner de su parte, adaptando conductas, preferencias y aptitudes a la nueva oferta de movilidad.

La financiación

En cuanto a la financiación de este nuevo modelo y con la mirada puesta en el ya popular mecanismo europeo de recuperación Next Generation Europe, hay que admitir que genera cierta inquietud el hecho de que, pese a que la Comisión Europea establece como prioritario avanzar en el planteamiento de la movilidad conectada y autónoma, sin embargo, no se apuesta abiertamente por la financiación de proyectos relacionados con la transición digital y ecológica de esta industria y de las infraestructuras viarias, tal y como se desprende de las primeras informaciones publicadas a este respecto.

Tenemos por delante numerosos retos y un ambicioso objetivo: cambiar el modelo de movilidad por carretera para hacerlo más seguro, sostenible y conectado; tenemos los ingredientes y los actores, sabemos cómo hacerlo y los marcos legales se están adaptando a ello de la mano de la Ley de Movilidad, ya en sus últimas fases. La falta de recursos no puede ser la excusa para no acometer la revolución ecológica y digital que nuestra red viaria necesita y demanda.

Estamos en el descuento. No hay tiempo que perder.