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La reportera de Telecinco desalojada a causa del incendio por la Guardia Civil: "Llegaban las llamas"


Informalia

La cobertura informativa de los devastadores incendios que arrasan distintas zonas de España ha reabierto un debate recurrente: ¿hasta qué punto deben los periodistas exponerse al peligro para transmitir en directo lo que ocurre? El tema ha cobrado fuerza este fin de semana tras el episodio vivido por Arabella Otero, reportera del programa Fiesta de Telecinco, que tuvo que abandonar precipitadamente la zona en la que trabajaba al verse cercada por las llamas en Lugo, una de las provincias más castigadas por el fuego.

La conexión en la que se produjo el incidente mostraba claramente el nerviosismo de la periodista, que relataba cómo el viento había cambiado de dirección y el fuego avanzaba a gran velocidad hacia el lugar en el que se encontraba estacionado el coche del equipo. "Nos vamos porque están llegando las llamas a donde tenemos el coche. Por precaución, nos vamos a mover de punto. Tenemos esta ladera ardiendo, ha cambiado la dirección del viento y la otra ladera nos está acorralando al otro lado", alcanzó a explicar antes de que la transmisión se interrumpiera. "Llegaban las llamas", repetía.

Poco después, Otero retomaba la conexión, ya desde un punto seguro tras ser desalojada por la Guardia Civil. Consciente del impacto de las imágenes y del susto vivido, detalló que la zona en la que se encontraba había quedado completamente calcinada, lo que reducía el riesgo inmediato de reactivación del fuego. "Os he pedido paso porque se estaban uniendo las llamas de las dos laderas, iban a atravesar la carretera y había líneas de alta tensión encima de mí a las que estaban empezando a llegar las llamas. El peligro era evidente", explicó la reportera.

El episodio no ha hecho sino avivar las críticas a la práctica de situar a reporteros en entornos de riesgo extremo para cubrir emergencias. Días antes, Gemma Camacho, periodista de Mañaneros 360, había denunciado públicamente la presión que, a su juicio, ejercen las cadenas de televisión para obtener imágenes espectaculares a costa de la seguridad de sus trabajadores.

"No entiendo la necesidad de exponernos y de peligrar para contar la noticia. Ya está bien. Ya basta de peticiones para estar al límite. El telespectador lo va a entender igual. ¡Somos comunicadores, no marionetas de la tele!", declaró indignada. Sin embargo, sus palabras no han frenado la práctica y el caso de Otero demuestra que el debate sigue abierto.

La propia reportera de Fiesta reconoció que durante su conexión había llegado a notar en la piel los efectos de las chispas desprendidas por los pinos en combustión. "Esta zona es de pino, suelta chispas y escuece, compañeros", comentó visiblemente afectada.

La situación en Galicia es crítica. En apenas una semana, los incendios han arrasado 46.000 hectáreas, según datos facilitados por la Xunta. La magnitud de los daños ha obligado al Gobierno autonómico a solicitar refuerzos adicionales para combatir los numerosos focos activos, algunos de los cuales apuntan a haber sido provocados.

En localidades como Albaredo, en la frontera entre Lugo y Ourense, los vecinos han tomado decisiones desesperadas ante la cercanía del fuego. Según relató la propia Otero, parte de la población optó por evacuar a los más vulnerables —niños, mujeres y personas mayores—, mientras los hombres y jóvenes permanecían en el pueblo para intentar contener las llamas con los medios a su alcance. "Nos han contado ellos mismos cómo están esperando aterrados el momento en el que las llamas lleguen hasta las puertas de sus casas", informó la periodista.

La espectacularidad de las imágenes en directo puede ser un recurso informativo de gran impacto, pero episodios como el vivido en Lugo plantean serias dudas sobre la ética de estas coberturas. Mientras las autoridades insisten en desalojar a los vecinos para proteger vidas, algunos equipos de televisión permanecen en las proximidades del fuego para ofrecer testimonios inmediatos.

Los sindicatos de periodistas han reclamado en numerosas ocasiones protocolos de seguridad más estrictos y límites claros para este tipo de coberturas. El riesgo no se limita a los profesionales desplazados, sino que puede comprometer también la labor de los equipos de emergencia que, en algunos casos, deben atender a los reporteros en situaciones de peligro.