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El compromiso de Cristiano y Georgina, ¿propaganda de Arabia Saudí o símbolo de un país en transformación?


Lucas del Barco

No sorprendió a nadie que el anuncio de compromiso de Cristiano Ronaldo llegara acompañado de la imagen de un diamante del tamaño de una aceituna gigante. Lo que sí llamó la atención fue el lugar donde se publicó la fotografía: Riad, Arabia Saudí. La instantánea, compartida en Instagram por Georgina Rodríguez, prometida del futbolista tras un noviazgo de nueve años, no fue tomada en París, Bora Bora o Dubái, destinos habituales de las celebridades, sino en la capital del reino saudí, un lugar históricamente poco asociado con las celebraciones románticas del famoseo.

Hace apenas una década, la policía religiosa recorría las calles de Riad en busca de parejas no casadas e increpaba a las mujeres que no cubrían su cabello. El sexo fuera del matrimonio estaba castigado con la flagelación. En ese contexto, resulta paradójico que el compromiso de Ronaldo y Rodríguez se oficialice en un país donde, hasta hace muy poco, una convivencia como la suya habría sido motivo de persecución.

La influencer española y Cristiano llevan dos años viviendo en Arabia Saudí junto a sus hijos, desde que en 2022 Ronaldo firmara un contrato millonario para incorporarse al Al Nassr. Desde entonces, su vida familiar se ha convertido en un escaparate que refleja los límites (y, en ocasiones, las contradicciones) de los rápidos cambios sociales que experimenta el país bajo el liderazgo del príncipe heredero Mohamed bin Salmán.

Estamos a años luz de una democracia pero el príncipe, que asumió el poder de facto en 2015 ha impulsado reformas que han hecho casi irreconocible a la nación ultraconservadora que era antaño: se han relajado ciertas restricciones sociales. Eso sí, al mismo tiempo se ha reforzado la represión política.

Hace algunos años, una mujer podía ser detenida simplemente por viajar en coche con un hombre que no fuera de su familia. Un contrasentido aún mayor si se considera que hasta 2018 no se les permitió conducir. Hoy, la situación es más ambigua: ¿se permite oficialmente el noviazgo, la convivencia sin matrimonio, un embarazo fuera del matrimonio? No existe un código penal escrito, y los jueces interpretan de forma distinta la ley islámica que rige el reino. Esa indefinición estratégica otorga al gobierno flexibilidad para adaptarse al pulso social, aunque también provoca incertidumbre y detenciones aleatorias.

La vida en Riad es ahora muy distinta a la de hace apenas una década. Se pueden ver mujeres con pantalón corto o top en la calle, a pesar de que los reglamentos de decoro lo prohíben. El alcohol sigue siendo ilegal, pero existe un mercado negro activo, y en ocasiones algunos jóvenes ebrios terminan a golpes a la salida de discotecas supuestamente "secas".

En este contexto, la convivencia pública de Ronaldo y su novia plantea preguntas sobre la flexibilidad de las normas. El Centro de Comunicación Internacional del gobierno saudí fue preguntado por el corresponsal de The New York Times acerca de si las relaciones y la cohabitación fuera del matrimonio son ya toleradas, o si al portugués, icono mundial del deporte, se le ha concedido un trato especial. No hubo respuesta. Tampoco hubo respuesta de los representantes del ex madridista sobre si estas cuestiones sociales influyeron en su decisión de casarse ahora.

Lo cierto es que Ronaldo, de 40 años, ha jugado con la ambigüedad: en varias ocasiones ha presentado a Georgina como su esposa, aunque ella, en su reality de Netflix, ha insistido en que el matrimonio llegará "algún día". El propio futbolista declaró en tono relajado: "Siempre le digo: cuando llegue ese clic, nos casamos".

El escaparate saudí

La llegada de Ronaldo a Arabia Saudí fue un golpe de efecto en la estrategia gubernamental de expandir el sector deportivo y lavar la imagen internacional del reino. El portugués es uno de los futbolistas más reconocidos del planeta y también la persona con más seguidores en Instagram, una cifra que se acerca hacia los 700 millones. Sus publicaciones en redes muestran una faceta amable del país: entrenamientos, partidos, vida familiar y ocio en Riad.

Georgina Rodríguez, de 31 años, modelo e influencer, y ahora estrella de Netflix, también ha contribuido a este retrato, asistiendo a alfombras rojas, posando en bikini en la piscina de su villa y compartiendo imágenes de vacaciones con sus hijos en resorts de lujo. Todo ello contrasta con la realidad de muchas mujeres saudíes, que sin un certificado de matrimonio no pueden acceder a servicios médicos, escolarizar a sus hijos o registrar legalmente su nacimiento.

La diferencia entre la vida privilegiada del futbolista y su novia y las restricciones a las que se enfrentan las saudíes sin respaldo legal ha alimentado el debate sobre hasta qué punto el país está realmente cambiando o simplemente ajustando sus reglas para determinados perfiles.

El anuncio del compromiso de Georgina ha desatado una oleada de comentarios en las redes sociales. Entre los seguidores árabes de la influencer se mezclaron las felicitaciones con bromas: algunos ironizaron sobre lo rápido del compromiso tras casi una década de relación, mientras que otros compartieron memes que aseguraban que Ronaldo había necesitado dos años trabajando en Arabia para poder pagar la boda.

Otro meme popular se burlaba del prolongado noviazgo, comparándolo con el breve período de cortejo permitido en muchas familias árabes antes de un matrimonio concertado.

En junio, Ronaldo decidió prolongar su estancia en Arabia Saudí al renovar por dos años más con el Al Nassr. En un vídeo difundido por el club, el jugador declara: "Mi familia siempre me apoya en mis decisiones. El pueblo saudí nos trata muy, muy bien. Por eso queremos vivir aquí y continuar nuestra vida aquí".

Con su compromiso ya sobre la mesa, Cristiano Ronaldo y Georgina Rodríguez se han convertido en un símbolo viviente de los contrastes que definen la Arabia Saudí actual: un país que se debate entre la tradición y la modernidad, entre la rigidez de la ley islámica y la flexibilidad que exige el espectáculo global.

Su historia personal es la de una relación que durante años desafió las normas de una de las teocracias más ricas y poderosas de la Tierra. Ahora el relato se encamina hacia el matrimonio y se supone que refleja de manera singular la transformación social en curso. Pero al mismo tiempo, expone las desigualdades que persisten para quienes no cuentan con el privilegio y la notoriedad de uno de los romances más mediáticos del planeta. Otra cosa es que las cosas sean realmente como parecen. O estemos ante una especie de simbiosis propagandística. Con o sin amor verdadero.