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Universal Music se enfrenta a una rebelión por la compra de Downtown Music: Rihanna, Katy Perry o Beyoncé, en pie de guerra


Lucas del Barco

El mundo de la música se mueve al ritmo de las canciones pero también al compás de las grandes operaciones empresariales. En estos días, la atención de todo el sector se centra en una batalla por el control del mercado musical que trasciende los estudios de grabación y se juega en los despachos de Bruselas. Universal Music Group, el gigante indiscutible de la industria, ha desatado una oleada de preocupación al intentar comprar Downtown Music por 775 millones de dólares (unos 660 millones de euros).

Mientras la Comisión Europea decide el rumbo de esta operación, el sector musical espera con tensión. La resolución puede marcar un antes y un después en la forma en que se gestiona y distribuye la música en todo el mundo. En esta ocasión, no se trata de un desamor romántico, sino de un posible desencuentro entre el negocio y la diversidad cultural que la música representa.

La maniobra empresarial no es menor. Downtown Music es un actor estratégico dentro de la cadena musical global. No solo gestiona derechos de algunos de los compositores detrás de hits de estrellas como Rihanna, Katy Perry o Beyoncé, sino que también ofrece servicios de distribución y herramientas tecnológicas claves, como FUGA, utilizada por miles de artistas y sellos para subir su música a plataformas digitales como Spotify o Apple Music.

Universal, con un dominio del 32% del mercado musical global y más de 10.000 millones de euros en facturación anual, lleva años expandiendo su presencia. Desde la creación de Virgin Music en 2022, su filial de negocios independientes, ha adquirido sellos y catálogos en América Latina, Asia y Europa. Ahora, la compra de Downtown amenaza con convertir esa expansión en un control casi total del negocio musical.

La Comisión Europea, árbitro del juego

Más de 200 sellos independientes han alzado la voz contra esta operación. Según su denuncia, la compra de Downtown otorgaría a Universal un poder excesivo sobre el ecosistema musical, eliminando competencia directa y perjudicando la diversidad y la innovación. La preocupación no es menor: Universal no solo pasaría a controlar la gestión de derechos de numerosos compositores, sino también herramientas tecnológicas esenciales para la distribución musical.

La Red Internacional Independiente (WIN, por sus siglas en inglés) ha sido la encargada de liderar esta resistencia. Su directora ejecutiva, la española Noemí Planas, ha enviado en las últimas semanas varias cartas a Teresa Ribera, comisaria europea de Competencia, alertando sobre el impacto de esta operación. Según Planas, está en juego "el acceso a productos culturales variados y de calidad" para los consumidores europeos y, sobre todo, la supervivencia de los pequeños sellos y artistas independientes.

El próximo 22 de julio será un día clave. La Comisión Europea anunciará si da luz verde a la compra o si detecta problemas de competencia que obliguen a abrir una investigación en profundidad, lo que retrasaría o incluso podría bloquear la operación. El sector independiente confía en que Bruselas actúe para frenar lo que consideran una amenaza al equilibrio del mercado.

Una industria al borde de un monopolio

La preocupación no es solo por el tamaño de Universal, sino por las implicaciones prácticas de la operación. Muchos pequeños sellos ya utilizan los servicios de Downtown para gestionar derechos y distribuir su música. Si la adquisición se concreta, estarían obligados a trabajar con una empresa controlada por su principal competidor.

"Es como si Coca-Cola comprara las máquinas embotelladoras de Pepsi", ironiza un directivo de un sello independiente europeo. Además, temen que Universal pueda acceder a información privilegiada sobre sus negocios y estrategias, lo que supondría una ventaja competitiva desleal.

WIN también ha señalado que Universal está empujando al sector hacia un modelo de "streaming a dos velocidades". En este sistema, los artistas con respaldo de grandes multinacionales tendrían prioridad en las negociaciones con plataformas digitales, mientras que los independientes quedarían relegados. La consecuencia sería un mercado más cerrado y menos diverso, donde la innovación y el descubrimiento de nuevos talentos se verían perjudicados.

La respuesta de Universal

Por su parte, Universal Music se defiende. Nat Pastor y JT Myers, codirectores ejecutivos de Virgin Music, aseguran que las críticas no tienen fundamento. "Las herramientas tecnológicas de Downtown seguirán abiertas a terceros", afirman en un comunicado enviado a la agencia Reuters. Además, sostienen que la cuota de mercado de las discográficas independientes ha crecido en los últimos años y que Universal no ha recibido nunca una queja formal por uso indebido de datos de clientes.

Desde Universal insisten en que esta operación es necesaria para modernizar y agilizar los procesos del sector, y argumentan que la concentración de servicios bajo su paraguas permitirá ofrecer mejores soluciones a artistas y creadores.

La sombra de Taylor Swift y la lucha por el control

El caso recuerda a otras controversias del pasado reciente en la industria musical. La artista Taylor Swift, por ejemplo, se vio envuelta en una disputa cuando su antiguo sello independiente vendió los derechos de sus primeros seis álbumes sin su consentimiento, una experiencia que la llevó a regrabar su propio catálogo. Curiosamente, Swift firmó en 2020 un acuerdo con Universal, demostrando la posición dominante del grupo en el negocio global.

En esta ocasión, el conflicto no se limita a una artista, sino que afecta al futuro de toda la industria. Downtown Music gestiona el legado de artistas como John Lennon y Yoko Ono, pero también trabaja con figuras actuales como Peso Pluma o Benny Blanco, responsable de éxitos internacionales de artistas como Rihanna, Katy Perry o Ke$ha.