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Carlos Alcaraz nos sorprende confesando desde Wimbledon cuál es su pista favorita: analizamos el futuro del tenis sobre hierba
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Lucas del Barco
La temporada de hierba en el circuito profesional de tenis es tan breve como exigente. Durante apenas cinco semanas, desde mediados de junio hasta la final de Wimbledon en julio, los jugadores deben adaptarse a una superficie que desafía sus reflejos, modifica sus golpes y premia la creatividad. Pero más allá del espectáculo y el prestigio que ofrece Wimbledon, el futuro del tenis sobre césped pende de un hilo.
En un mundo donde la lógica comercial y las condiciones climáticas tienden a favorecer superficies más resistentes como el cemento o la tierra batida, la supervivencia del tenis sobre hierba depende de la innovación, la inversión y la voluntad de conservar un legado único. Wimbledon sin embargo busca preservar su historia y mantener viva una forma de jugar que, para muchos, representa la más pura expresión del tenis.
Y el All England Lawn Tennis Club (AELTC), organizador del Grand Slam londinense, ha asumido el papel de guardián global de esta modalidad amenazada.
Actualmente, de los más de 60 torneos que componen el circuito masculino profesional, solo siete se disputan sobre hierba. Esta escasa presencia se debe principalmente a los altos costes de mantenimiento y a una temporada extremadamente corta. Además del Reino Unido y Australia, pocos países siguen utilizando este tipo de superficie de forma habitual, lo que ha hecho saltar las alarmas en la comunidad tenística sobre la viabilidad a largo plazo del césped como superficie de competición.
Para el AELTC, este desafío no es solo técnico, sino también existencial. La identidad de Wimbledon está intrínsecamente ligada a sus impecables canchas verdes. El juego sobre hierba es más rápido, con un bote de pelota más bajo y menos previsible. Los jugadores tienden a acercarse más a la red, desplegando una gama más amplia de golpes. Esta singularidad estilística es, para muchos, la esencia más pura del tenis.
Carlos Alcaraz, actual campeón masculino, lo expresa con entusiasmo: "Creo que el tenis más bonito que se puede ver es sobre hierba. El movimiento es muy difícil, pero cuando lo dominas, es como volar", declara el campeón murciano en FT.
Para preservar esta experiencia única, el AELTC invierte no solo en mantenimiento, sino también en investigación científica y desarrollo tecnológico. En colaboración con el Sports Turf Research Institute (STRI), una consultora especializada ubicada en Yorkshire, se desarrollan nuevas variedades de césped más resistentes y sostenibles. En el STRI se analizan 192 parcelas de césped, de 1,5 m² cada una, en las que se prueban 63 cultivos distintos para determinar cuál soporta mejor el desgaste típico de un partido de alto nivel.
Estas pruebas simulan el movimiento de los jugadores con una máquina de palas de goma que imita el deslizamiento en la línea de fondo. Además, el instituto ayuda a mantener una base de datos con más de 300 tipos de césped, conocida como el "catálogo Dulux de la hierba".
Sam Swires, responsable de investigación del STRI, señala que el cambio climático añade una capa de complejidad al mantenimiento del césped: "Los veranos más calurosos traen malas hierbas invasoras, y los inviernos suaves incrementan el riesgo de infecciones fúngicas. El clima ya no es tan predecible como antes."
Este año, el equipo de 20 personas encargado de las pistas de Wimbledon ha tenido que hacer frente a condiciones extremas: la primavera más seca registrada, un inicio de torneo bajo temperaturas récord, y lluvias intensas en la tercera jornada. Aun así, Neil Stubley, jefe de canchas y horticultura, mantiene la calma: "El crecimiento del césped ha sido muy bueno este año. Los datos que estamos recogiendo están dentro de los márgenes esperados."
Una de las principales innovaciones en desarrollo son las pistas híbridas, que combinan césped natural con un 5-10 % de fibras sintéticas. Esta mezcla hace que la superficie sea más duradera, permitiendo un uso más prolongado sin deterioro en las zonas críticas. Sally Bolton, directora ejecutiva del AELTC, señala que esto podría cambiar las reglas del juego para los clubes comunitarios: "Si tus canchas de hierba son más resistentes, se vuelven más viables económicamente."
Otra apuesta a futuro son las pistas temporales o "pop-up", una tecnología experimental que permitiría montar superficies de hierba sobre distintas bases. De lograrse, podría abrir la puerta a torneos sobre césped en espacios como el O2 Arena de Londres. "No hay razón para que no podamos organizar un evento de hierba en el O2 en algún momento", anticipa Bolton en el citado medio.
Más allá de la tecnología, el AELTC ha invertido más de 60 millones de libras desde 2019 para promover el tenis sobre césped a nivel internacional. Estos fondos han servido para apoyar torneos en Alemania, España y los Países Bajos, y también para financiar competiciones locales a través de su aportación a la Lawn Tennis Association, el órgano rector del tenis británico. Aunque muchas de estas competiciones no son rentables, son esenciales para dar minutos de juego en hierba a los tenistas que luego competirán en Wimbledon.
"Es fundamental que los jugadores disfruten y esperen con ilusión jugar sobre hierba", concluye Bolton. "Y parte de eso es darles suficientes partidos y oportunidades para entrenar en esta superficie. Si los atletas siguen disfrutando de jugar sobre césped, estamos protegiendo el futuro del Campeonato."