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Tenemos el vídeo de Donald Trump con los Village People bailando YMCA que hay que ver para poder creer


Informalia

A las seis de la tarde, hora peninsular española, toma posesión de su cargo y se convierte de nuevo en presidente de los EEUU. Donald Trump promete firmar cien órdenes ejecutivas nada más llegar al despacho oval en su primer día y cargarse el legado de Biden en horas con decretos y leyes inmediatos. También anuncia la semana inaugural más bestial de la historia. La noche anterior no ha decepcionado. Trump celebró este domingo en Washington su acto de cierre pre-ceremonia con Village People y su mítica YMCA. El nuevo presidente bailó con el grupo su himno de los años 70.

El 47.º presidente de los Estados Unidos, decidió culminar su victoria como solo él sabe hacerlo: bailando "Y.M.C.A." junto a los Village People. La escena, surrealista y teatral, parecía más el clímax de una comedia del absurdo que un acto político; pero en esta época, la política es precisamente eso: una función perpetua en el teatro de lo improbable. El acto tuvo lugar en un mitin bautizado con el característico eslogan trumpista: Make America Great Again Victory Rally. El escenario, iluminado con luces que destellaban en colores rojo, blanco y azul, evocaba un carnaval, un espectáculo de feria que apenas podía contener su propia exageración. Allí estaba Trump, con su clásica melena al viento, moviendo los brazos al ritmo del célebre himno disco de los años setenta, esa oda a un centro comunitario que, irónicamente, se ha convertido en un símbolo de unidad tan maleable como la ideología de quienes lo entonan.

Junto a él, los nuevos integrantes de los Village People —Javier Pérez, James Lee, J.J. Lippold, James Kwong y Nicholas Manelick— flanqueaban al único miembro original, Victor Willis, quien lideraba al grupo con la mezcla de resignación y profesionalismo que solo puede ofrecer alguien que ha sobrevivido a décadas de turbulencias mediáticas. "La música no tiene color político", había declarado Willis días antes en su página de Facebook, enfrentándose al aluvión de críticas que llovieron tras anunciarse su participación en el evento. Sus palabras, al igual que la propia canción, eran una consigna ambigua, una bandera de paz ondeada en medio de un campo de batalla donde cada gesto es interpretado como una declaración de guerra.

"Decir que Y.M.C.A. es un himno gay es una falsa asunción"

La controversia no tardó en avivarse. Desde que el programa inaugural se filtró a la prensa, muchos señalaron que la elección de los Village People era una provocación o, al menos, una ironía descarada. Después de todo, la banda siempre había sido vista como un icono de la cultura queer, aunque Willis se ha esforzado en desmentir esta asociación: "Decir que Y.M.C.A. es un himno gay es una falsa asunción", insistió en sus redes sociales. Como un equilibrista en la cuerda floja, intentaba separar la creación artística de las lecturas culturales que inevitablemente la acompañan. Pero en la era de Trump, donde todo gesto se politiza, estas palabras parecían caer en saco roto.

Mientras tanto, el evento continuaba su curso, fiel al estilo grandilocuente del magnate convertido en presidente. Kid Rock, viejo aliado de Trump, ofreció su acostumbrada dosis de rock patriótico, y Lee Greenwood interpretó God Bless the U.S.A., ese himno que, para muchos, se ha convertido en la banda sonora del nacionalismo contemporáneo. Pero el momento más esperado era el de Carrie Underwood, quien con su voz cristalina entonó America the Beautiful acompañada por el Coro de las Fuerzas Armadas y el Glee Club de la Academia Naval de los Estados Unidos. "Estamos en un momento de unidad", afirmó la cantante, como si su melodía pudiera tender un puente sobre las aguas turbulentas que dividen al país.

Pero fue el final, el clímax absurdo, lo que quedará grabado en la memoria colectiva: Trump, los Village People y una multitud extasiada deletreando con sus brazos "Y.M.C.A.", como si esas letras mágicas pudieran conjurar un futuro mejor o, al menos, hacernos olvidar por un instante las sombras que se ciernen sobre el mundo. En ese instante, el hombre que convirtió su nombre en una marca global parecía al fin comprender que la política no es más que otro escenario, y él, un actor que nunca deja de interpretar su papel.

Sin embargo, tras la euforia queda el eco de las preguntas incómodas. ¿Qué significa que una banda como los Village People, con su carga simbólica y su historia, sea ahora parte de este espectáculo? ¿Es esto un triunfo de la universalidad de la música o una muestra más de cómo todo puede ser cooptado, vaciado de significado y reciclado para fines personales? Victor Willis afirmó que ellos nunca habrían sido invitados a una inauguración de Kamala Harris; la música, parece, no escapa a las divisiones que fracturan al país.

En la América de Trump, el futuro se baila al ritmo del pasado, y el pasado se reinventa para justificar el presente. En este carnaval perpetuo, todo se vuelve espectáculo: las canciones, los gestos, las palabras. Y mientras la multitud aplaude, uno no puede evitar preguntarse si el show continuará mucho después de que las luces se apaguen, porque en la comedia de la vida, el telón nunca baja del todo.