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El pacto secreto entre Donald Trump y Carlos III: quieren al príncipe Harry lejos pero no deportado

Trump y su pacto con Carlos sobre Harry

Informalia

La política, ese escenario donde la estrategia y las emociones se entrecruzan en intrincadas marañas, nos regala a veces historias que parecen extraídas de una novela de intriga cortesana. Tal es el caso del supuesto acuerdo tácito entre Donald Trump y el rey Carlos III, un pacto tan invisible como efectivo, cuyo objetivo sería mantener al príncipe Harry fuera del Reino Unido, aunque sin sufrir el castigo de la deportación en tierras norteamericanas.

El peculiar enredo se desveló a través de la prensa británica, que ha lanzado sus dardos hacia la figura de Trump y su reciente declaración al New York Post: "No quiero deportarlo. Lo dejaré en paz. Ya tiene suficientes problemas con su esposa. Ella es terrible". Estas palabras, aparentemente desprovistas de la diplomacia habitual en cuestiones de estado, parecieran confirmar que el expresidente no siente ninguna simpatía por Meghan Markle, quien se convirtió en un blanco habitual de sus invectivas tras manifestar abiertamente su apoyo a Joe Biden, el adversario político de Trump, y calificar al magnate de "misógino".

Sin embargo, aunque el desdén de Trump hacia Markle pueda parecer la clave de esta decisión, la realidad apunta hacia una razón mucho más profunda y orquestada: la alianza tácita entre el expresidente norteamericano y el monarca británico, que comparten un vínculo tan inesperado como curioso. Según The Sun, Trump y Carlos III mantienen un contacto frecuente, tanto en forma de llamadas como de correspondencia personal, tejida a lo largo de años de relación diplomática e incluso afectiva.

La raíz de este acuerdo no es otra que una fría, pero pragmática, evaluación de lo que significaría la vuelta de Harry al Reino Unido. Para Carlos III, tener a su hijo menor de regreso sería algo más gravoso que mantenerlo en el relativo aislamiento de Montecito, al otro lado del Atlántico. La presencia de Harry en suelo británico no solo significaría un foco constante de conflicto mediático, sino también una amenaza potencial para la estabilidad de la Corona, ya bastante golpeada por los escándalos de los últimos años. Así, lo que parece ser un acto de compasión por parte de Trump no es más que una calculada maniobra que, en última instancia, beneficia a ambas partes.

Las conexiones entre el presidente y el monarca no son nuevas, ni tampoco frías. Su amistad se forjó en 2019, durante la visita de Estado de Trump al Reino Unido. Desde entonces, ambos han mantenido una relación que ha superado los avatares de la política. Trump no dudó en enviar mensajes de apoyo a Carlos III cuando, en septiembre del año pasado, sobrevivió a un intento de asesinato. Y tampoco se privó de expresar públicamente su preocupación y oraciones cuando, a principios de 2024, se hizo público el diagnóstico de cáncer del monarca: "El rey Carlos tiene cáncer. Es un hombre maravilloso al que conocí bien durante mi Presidencia, y todos rezamos para que se recupere pronto y por completo", escribió Trump en su plataforma Truth Social.

Este lazo entre ambos líderes permite entender las razones detrás de la decisión de Trump de no deportar a Harry, pese a que su política migratoria estricta y su desprecio hacia Meghan Markle pudieran haber sugerido lo contrario. "Tenerlo de vuelta en el Reino Unido es en realidad más difícil que tenerlo retenido en Estados Unidos", afirmó una fuente cercana a Trump citada por The Sun. Y es que, aunque los lazos familiares de Harry con la Corona británica no pueden romperse, mantenerlo a distancia parece ser el menor de los males para Carlos III, quien no desea añadir más turbulencias a un reinado que ya navega en aguas agitadas.

La decisión, lejos de ser un simple capricho, se inscribe en esa zona gris donde los intereses políticos y los dramas personales se entrecruzan. Trump, siempre consciente de cómo una decisión puede moldear la narrativa mediática, ha sabido jugar esta partida en beneficio propio, dejando claro que, aunque no siente aprecio alguno por los Sussex, su deferencia hacia el rey Carlos pesa más que sus deseos de revancha.

Harry, pieza incómoda en el tablero geopolítico

Así, el príncipe Harry, convertido en una suerte de pieza incómoda en el tablero geopolítico, permanece en Estados Unidos, un exilio autoimpuesto que, a la vista de este acuerdo secreto, satisface tanto a la Casa Blanca como a Buckingham. Y aunque Trump y Carlos III no hayan rubricado este pacto con un apretón de manos público, la realidad demuestra que, a veces, las alianzas más eficaces son las que jamás se reconocen oficialmente.