Líbano forma gobierno tras 10 meses de estancamiento
Un Gobierno interino ha regido al país desde que el ex primer ministro Najib Mikati dimitiera en marzo, cuando los partidos alineados con el movimiento chií Hezbolá y un bloque rival suní mantenían una lucha de poder exacerbada por el apoyo de ambos a grupos opuestos en la guerra civil de Siria, que se encamina a cumplir tres años.
"Un Gobierno en el interés nacional fue formado, en un espíritu de inclusión", dijo el nuevo primer ministro, Tammam Salam, en un discurso emitido por la televisión local.
También dijo que esperaba que el nuevo Gobierno permita que Líbano celebre elecciones presidenciales antes de que el mandato del presidente Michel Suleiman expire en mayo, además de realizarse los comicios parlamentarios que fueron postergados el año pasado debido al estancamiento político.
"Extiendo mi mano a todos los líderes y dependo de su sabiduría para alcanzar estas metas y los llamo a hacer concesiones juntos, en el interés de nuestro proyecto nacional", sostuvo.
El Parlamento designó al diputado suní como primer ministro en abril de 2013, pero no había logrado formar un Gobierno durante meses debido a las rivalidades entre el bloque 8 de marzo, dominado por Hezbolá, y la alianza 14 de marzo, liderada por el Partido Futuro Suní.
Entre los altos cargos anunciados, el exministro de Energía Gebran Basil, del bloque 8 de marzo, se convierte en ministro de Relaciones Exteriores. El exministro de Sanidad Ali Hasan Jalil, también de 8 de marzo, asume la cartera de Hacienda. Nuhad Machnuk, diputado de 14 de marzo, fue nombrado ministro de Interior.
Salam dijo que el nuevo gabinete, al que calificó como un "gobierno de interés nacional", tenía un mandato para que el país combata su creciente problema de seguridad, que vinculó a Siria.
"Debemos lidiar con nuestros complicados asuntos económicos y sociales, de los cuáles el más importante es el creciente número de refugiados de nuestros hermanos sirios y la carga que esto significa para Líbano", afirmó.
El año pasado hubo brotes esporádicos de violencia sectaria, particularmente en el norte del país, y los ataques con vehículos cargados con bombas contra objetivos políticos y de seguridad aumentaron dramáticamente, frecuentemente en áreas dominadas por Hezbolá.