Se llaman Clemente y Álvaro Cebrián. Ambos son fundadores de El Ganso, una marca de ropa creada en Madrid que en apenas cinco años de vida tiene mucho que contar. Lo último, un premio de la Asociación de Jóvenes Empresarios madrileños.Clemente lleva la voz cantante. Educado, sonríe con facilidad, habla bajito y por los codos. Maneja el día a día. Álvaro, a veces, parece ausente. Como si tuviera su mente muy lejos del lugar de la entrevista. Pero no. Lleva la parte de diseño de la empresa, así que es probable que mientras su hermano habla esté perpetrando alguna nueva idea. ¿Los inicios? Complicados. "Los dos estudiábamos en Cunef, pero siempre quisimos montar algo", dice Clemente. Así fue, sólo que previamente él trabajó en Movistar y su hermano en Airtel. Pero en sus viajes a Londres descubrieron que había un nicho de mercado en la ropa de hombre del que carecía España. Rascaron un poco más y vieron que había hueco y motivación suficiente como para intentarlo. ¿Y ese nombre? "Al principio lo compaginábamos con nuestros trabajos. Primero alquilamos una oficina por la Puerta del Sol, luego nos mudamos a la casa de Álvaro...", cuenta Clemente. Entre las horas invertidas, la fe de los más cercanos -esposas y padres- y la ruta por los bancos, nació El Ganso. ¿Y ese nombre? Álvaro rompe su silencio: "Porque la ropa queremos que sea elegante y divertida, como ese animal. Vamos, hacer el ganso pero con elegancia". No están solos. Recuerdan que todo su proceso de fabricación tiene lugar en Europa y que dan empleo directo a 70 personas, muchas de ellas "involucradas desde el principio". También se acuerdan de lo importantes que fueron en sus orígenes la ayuda de la AJE para hacer el plan de empresa y de Avalmadrid, que les otorgó un préstamo de 21.000 euros, a los que sumaron el dinero obtenido por la venta de sus respectivos coches. Lo de ir por los bancos fue duro. "Como es un sector muy maduro nos decían que la ropa es como las bombonas de butano, no tenía nada de especial", dice Clemente. Idea exitosa, pero crecimiento controlado Pero algo debe de tener la marca cuando hoy tienen 11 puntos de venta en España, venden en un centenar de establecimientos multimarca y varias líneas de negocio consolidadas. Empezaron con ropa de hombre y hoy tienen también de mujer, complementos y para niños. "Es curioso, porque lo que tuvo más éxito al principio fueron las zapatillas -de hecho, vendíamos más de las que teníamos fabricadas-, y hoy el textil nos supone el 70% de las ventas", dice Clemente. Han corrido en estos años, pero no parece algo buscado. "Queremos ir despacio", cuenta Álvaro. Persiguen un equilibrio porque "es peligroso tanto masificarlo como querer ser tan exclusivos y tan cool que sólo llevemos nosotros la ropa". En ese sentido, uno de sus principios empresariales es controlar su negocio. De ahí que a pesar de las propuestas hayan decidido cerrar las puertas al crecimiento con franquicias y a la entrada del capital riesgo . "No queremos que nadie nos imponga", dice Clemente. Contra la piratería Pero ese control tiene una vía de escape contra la que les está costando luchar: la piratería. Cuentan que hace poco, paseando por la calle Fuencarral de Madrid, uno de los epicentros de la moda alternativa y donde tienen una de sus tiendas, vieron al menos siete copias de sus zapatillas en otros escaparates. Álvaro reconoce que ese tema le "descompone". "El problema es que, si eres una marca grande, la gente sabe quién eres. Pero si te pasa cuando estás empezando, es un auténtico problema. Hemos visto plagios, y en este país da la sensación de que no pasa nada porque lo hagas", dice. La situación llega hasta tal punto que confiesan que lo que más duele es que "lleguen a pensar que eres tú el que copia y no al revés", añade. 'Bed and breakfast' De todos modos, y aunque el ritmo de aperturas quieren que sea lento, sus planes pasan por seguir creciendo. Desde posibles nuevas líneas de negocio "muebles y quizá hasta un hotel, tipo bed and breakfast"... acaban de regresar de Santander, un sitio en el que aún no están presentes, y quieren consolidarse primero en el mercado español. "Y eso que nos ha escrito gente de París y Berlín que nos pregunta por qué no estamos allí", cuenta Álvaro. Parte de su éxito, dice Clemente, es que han sabido conectar con un público tanto "pijillo como alternativo". También ha habido errores. Desde vender zapatillas que aún no estaban fabricadas -"la gente se enfadaba al llegar a la tienda y decía que éramos un desastre"- a la sobreproducción. "Hubo un tiempo en que fabricábamos todo y salíamos a vender, en vez de jugar con prototipos y fabricar sobre pedido", cuentan. "Pero bueno, es que no hay que tener miedo a equivocarse", declara Clemente. Acaban de bautizar un departamento de marketing, y aunque reconocen que las redes sociales, su tienda online y las colaboraciones conjuntas con otras marcas son acciones necesarias, la mejor publicidad es otra: "La ubicación del local es tu mejor anuncio", al menos así lo resume Álvaro.