madrid. Pilar Crespo tiene 17 años y estudia Segundo de Bachillerato en el Instituto Gabriel García Márquez de Madrid. Pero ayer dejó por unas horas los apuntes y a sus compañeros y trabajó como miembro del departamento de Recursos Humanos de Morgan Stanley. Sus ojos azules brillan, aunque muestra cierta timidez y una risa nerviosa a la hora de hacer las fotos. Pero su desparpajo asoma cuando habla. "Siempre he querido hacer Psicología y la economía me gusta, pero nunca pensé que acabaría en un banco de inversión", asegura. Patricia Reyes tiene la misma edad que Pilar. Su lugar de estudios es el Instituto Calderón de la Barca, también de la capital española. Es tímida y habla muy bajito, pero tiene muy clara su vocación: "Quiero ser arquitecto desde que tenía ocho años", dice como si hubiera pasado mucho tiempo. Patricia cumplió ayer su sueño sin haber pasado por la facultad. Lo hizo en el Estudio Lamela, rodeada de maquetas entre las que destaca la T4 del aeropuerto de Barajas y la ampliación del estadio Santiago Bernabéu. Pilar y Patricia no son las únicas. Forman parte de los 166 adolescentes de entre 16 y 17 años que ayer participaron en el programa Socios por un día, impulsado por la Fundación Junior Achievement para acercarles el mundo laboral en forma de 80 profesiones, y en el que han participado, además de las citadas firmas, empresas como Citigroup, Electronic Arts, Microsoft, el hospital Ruber Internacional, el zoo de Madrid, distintos medios de comunicación y hasta figuras como el Defensor del Menor. Futuros veterinarios, profesores, periodistas o arquitectos en una edad en la que ya les toca elegir. Y elegir siempre tiene ese porcentaje de equivocación. Una cifra demasiado alta si analizamos las cifras de un estudio realizado por la Fundación Universidad-Empresa, que revelan que el 62 por ciento de los universitarios reconoce haber errado en su elección. De la conferencia a una entrevistaPilar acaba de volver de escuchar una conferencia. Le acompaña Javier Blanco, director de Recursos Humanos de Morgan Stanley, promotor de la idea. ¿De qué han hablado, de banca?, le pregunto. "No recuerdo muy bien, es que el ponente ha hablado un montón y tengo demasiadas ideas en la cabeza. Algo de que el hombre tiene que liberarse de sus prejuicios, que tiene que ser libre ante todo", dice con cierto gesto de extrañeza. Su socio Javier matiza: "Era una conferencia de Santiago Álvarez de Mon sobre liderazgo, y me ha parecido interesante que viniera, que comparta conmigo una jornada laboral sin cambiar mi agenda". "Me gusta analizar los comportamientos humanos", suelta de repente Pilar. Le pregunto si lo hace con la gente de su edad, qué opina sobre los miembros de su generación, y lo tiene claro: "A los jóvenes les ves influenciados por la sociedad que está a su alrededor, televisión, videojuegos...". Se ha planteado montar su propio gabinete, e incluso trabajar en empresas de todo tipo. "Pero nunca en un banco", dice. Lleva desde las diez de la mañana y le sorprende lo complejo de las relaciones laborales, sobre todo la cantidad de bajas por estrés. Aún le queda una reunión con el departamento de Recursos Humanos y participar en una entrevista de selección con un candidato. Aunque de momento sólo piensa en ir a comer "con los compañeros de Recursos Humanos". Y de los números de un banco de inversión a los planos de un edificio. "Los zapatos de Patricia -dice con cierto orgullo Carlos Lamela- ya son un poco de arquitecto. Mira el barro, se nota que ya ha estado en una obra". Tiene cara de buena estudiante, aunque tímidamente sólo reconoce que lo intenta. Acaba de regresar de la comida con una de las personas del estudio. Parece que su primera jornada laboral no le ha defraudado, aunque algunos tópicos que traía incorporado se han desvanecido. "Pensaba que era un trabajo más tranquilo y que había menos tecnología. Apenas se dibujan los planos de la forma tradicional", dice sin ningún atisbo de decepción. Patricia se queja de la falta de información en los institutos sobre el futuro laboral: "Nadie nos dice lo que nos espera fuera, no nos ayudan a descubrir cosas". Dice que le hubiera encantado diseñar la T4, aunque de momento prefiere los edificios de viviendas. ¿Su favorito? El Torres Blancas de Madrid, cercano a la Avenida de América. También el Pirulí. "Es que me encantan los edificios redondos", dice. Me formo y luego emprendoA pesar de su juventud y de una timidez que no le abandona, se imagina en un futuro con estudio propio. Aunque antes de poner en la práctica su faceta emprendedora asegura que le gustaría formarse unos años en una "empresa de las buenas". Carlos Lamela, con la misma bata blanca que se repite en todos los empleados del estudio, la mira con cierto orgullo. Es el segundo año que participan en esta iniciativa. "Me parece interesante sobre todo teniendo en cuenta que el 70 por ciento de los alumnos de la Escuela de Arquitectura de Madrid son mujeres. Eso no pasaba en mi época, desde luego", dice. Sonia Rodríguez, directora de Comunicación de Estudio Lamela, nos aclara que últimamente el goteo de entrevistas a candidatos no cesa. "Hay bastantes ofertas de empleo, aunque el arquitecto se adapta poco a la estructura de las empresas. Prefiere montarse la suya propia", apunta Carlos Lamela. A las seis de la tarde, los socios por un día se reunirán en un hotel madrileño para contar sus experiencias. Han tenido una jornada laboral casi europea. Sólo unas cuantas horas después volverán a su clase, con sus compañeros y con sus apuntes y con la mente puesta en la Selectividad. Quién sabe si alguno se habrá sentido defraudado, y qué indeciso habrá encontrado la vocación de su vida.