Fútbol
Guardiola no se habla con Vilanova y sus ex jugadores mantienen las distancias
Pep Guardiola y Tito Vilanova no se hablan. Las circunstancias personales del actual entrenador del Barça y su viaje a Nueva York para completar el tratamiento que le exigieron los médicos no ha solucionado una situación que, desde hace meses, apunta aun distanciamiento creciente que no sólo afecta ambos protagonistas. La plantilla blaugrana también ha ido cogiendo distancia con el que será futuro técnico del Bayern de Múnich.
Según informa Mundo Deportivo, todo comenzó cuando la temporada pasada Tito Vilanova aceptó el cargo de técnico que dejaba el propio Pep Guardiola. Tal y como informó EcoDiario.es en aquellas fechas, al entonces preparador culé no le gustó demasiado que su ayudante y amigo dijese sí con tantísima celeridad a la oferta que le planteó Zubizarreta.
De hecho, todos los miembros del cuerpo técnico del Barça habrían realizado una suerte de pacto por la continuidad o marcha del bloque en caso de que Pep se marchase a otro equipo. Pero su renuncia a seguir en el mundo del fútbol (al menos un año) provocó el cambio de las condiciones. Tito dijo sí al club y, desde entonces, el enfado de Guardiola fue monumental. Lo fue también, en parte, porque Tito no le dijo nada. Su secretismo le escoció.
No ayudó que la directiva anunciase el relevo del entrenador el mismo día que se anunciaba su marcha. Pep había pedido que se tardase unos meses en hacer pública la noticia para que así no se hablase más del cambio que de lo que quedaba por jugar (una final de Copa, fundamentalmente).
Pero Rosell desoyó a Guardiola y anunció que Vilanova sería el relevo apenas unos segundos después de afirmar el adiós del hombre que llevó al Barça a sus mejores años. El gesto de enfado de Guardiola en la sala de prensa fue notable. Cierto es que hubo algunos encuentros posteriores que, a priori, solucionaron los roces iniciales.
Aquellas charlas Pep-Tito sólo sirvieron, en realidad, para frenar la sangría durante lo que quedaba de temporada. Acabada la temporada, Guardiola se marchó a Nueva York y, desde entonces, comenzaron a enfriarse las relaciones en todos sus ámbitos. Primero, entre ambos entrenadores y, después, entre sus familias y allegados.
A Guardiola no le gustó que, una vez comenzada la temporada, Tito Vilanova tomase ciertas decisiones que iban en contra de su filosofía, tanto dentro, como fuera del campo. Tampoco le gustó que Cesc hablase con cierto desprecio por él y que Tito, lejos de defender al que había sido su jefe y compañero, callase.
Así, las cosas fueron a peor hasta que a finales de 2012, el Barça anunció que Tito había recaído de su enfermedad. Aquella mañana de diciembre, los rumores de un posible retorno temporal de Pep volvieron a sonar con fuerza. El club lo rechazó y lo hizo apoyado en la opinión de la plantilla. Sus jugadores no querían el retorno de Guardiola. Querían que Tito se recuperase. Pep era ya, agua pasada.
Aquel gesto colectivo molestó, de nuevo, al futuro técnico del Bayern de Múnich. En la gala del Balón de Oro apenas charló con sus ex. De hecho, mantuvo más conversaciones con Neymar que con los del Barça, algo que en el Camp Nou se vio como una tentativa de su ex entrenador de 'robarle' a su joya. Pep ya sabía entonces que entrenaría en Alemania la temporada siguiente, al igual que conocía al detalle los secretos de la operación del brasileño.
Entre tanto, los contactos entre Tito y Guardiola seguían alejándose. Cierto es que el primero recibió con alegría la visita del segundo al hospital en el que fue tratado, pero fue el único guiño del de Santpedor a su antiguo asistente.
Más tarde marchó a Nueva York donde todavía vive. Tito se marchó también a la Gran Manzana pero allí ni habló, ni mantuvo encuentro alguno con Guardiola. Éste tampoco lo visitó. Fue la confirmación definitiva de que las cosas entre ambos no son lo que eran. Sus caminos se han separado y ahora, más que ser antiguos colegas, son futuros rivales. Uno, desde la Ciudad Condal, el otro, desde el corazón de Baviera.