Fútbol
El Barça llega al fin de la era Laporta: sombras y luces de un presidente polémico
El abogado Joan Laporta pondrá este miércoles punto y final a siete años en la presidencia del FC Barcelona, repletos de éxitos, aunque entremezclados con episodios que han debilitado su imagen.
A pesar de que a veces las formas le han jugado una mala pasada, lo que le ha debilitado en exceso, su legado es incuestionable. Ha dejado al FC Barcelona en la posición más alta de toda su historia, hasta el punto de ser un referente en el mundo del balompié.
Con cuatro Ligas y dos Ligas de Campeones, títulos a los que se añaden una Copa del Rey y un Mundial de Clubes, además de otros menores, Laporta entregará este jueves día 1 de julio el testigo al nuevo presidente, Sandro Rosell, ganador de las elecciones el pasado 13 de junio, a las que no pudo concurrir Laporta por haber agotado sus dos mandatos.
Éxitos deportivos
Joan Laporta ha concretado con un éxito más que notable una revolución tras llegar al club en junio del 2003, después de que el Barcelona se viese inmerso en una de las crisis deportivas, sociales y económicas más sonadas de su historia, con dimisiones de presidentes (Joan Gaspart) y mandatarios accidentales (Enric Reyna).
Laporta se hizo con las riendas de la entidad tras vencer en la urnas por mayoría absoluta a sus cinco rivales y al candidato favorito, Lluís Bassat, quien por segunda vez consecutiva perdía contra pronóstico la presidencia del club, después de haberlo hecho también en el 2000 ante Joan Gaspart.
La entrada de Laporta contó con un entorno muy favorable que entendió que el Barcelona necesitaba mucha tranquilidad para que se pusiera en marcha un nuevo experimento en el club: el de contar con gestores inexpertos pero exitosos en sus carreras profesionales, como Rosell, Marc Ingla, Ferran Soriano o Jaume Ferrer, entre otros.
La suerte no pudo estar más al lado de los nuevos gestores, a pesar de las tensiones que se generaron, ya en la mitad del campeonato, cuando el primer equipo no acababa de arrancar y desde el sector deportivo se solicitó la dimisión del entonces técnico del equipo, Frank Rijkaard.
Aquella petición, impulsada por Rosell, además de otros episodios internos, fue la chispa que inició una sonada crisis institucional.
El comienzo de la polémica
El Barça acabó segundo, a un paso del título, y la junta pudo cerrar la temporada con déficit cero, aunque algunas medidas económicas impulsadas en las dos primeras semanas de mandato, y correspondientes a la temporada 2002-03, pusieron a Laporta entre la espada y la pared.
Un grupo de socios emprendió una serie de iniciativas contra el presidente y su junta. Primero para que avalasen el presupuesto y después para que formalizasen elecciones para la temporada 2006 y no la 2007 como pretendía la directiva.
La temporada 2004-05 iba a ser un punto de inflexión, con un pasado duro y años de penurias, pero al título de Liga le acompañó una cascada de dimisiones (Rosell, Josep Maria Bartomeu, Jordi Moix, Jordi Monés y Javier Faus) que puso a la entidad contra las cuerdas, ya que se tildó al nuevo presidente de no saber liderar la junta.
El Barcelona superó la temporada pasada el amargo adiós de cinco directivos con una nueva Liga y la Liga de campeones, de la mano de un genial Ronaldinho con quien el Barça había dado un estirón deportivo inimaginable en el 2003, además de la aportación de destacados futbolistas como Samuel Eto'o y Deco.
Tras el sonado exitazo, ni la directiva ni el cuerpo técnico podían dar crédito a los problemas que iban a acontecer en los siguientes años, iniciados con una sentencia que obligaba a la junta a poner día a las elecciones a la presidencia aquel verano del 2006, tras el que Laporta salió reelegido por aclamación.
El desgaste en el vestuario barcelonista, con jugadores irreconocibles y un técnico con escaso mando, llevó al Barcelona a dos años en blanco y a un estallido de ira por parte del entorno que acabó con una moción de censura contra Laporta en verano del 2008.
La directiva se salvó por los pelos, pero quedó herida de muerte, como así se produjo dos años después, cuando en las últimas elecciones el 60% de los votos en contra se volvieron a congregar en torno a Rosell.
A pesar de aquel varapalo, Laporta volvió a tocar la tecla acertada para poner al Barcelona en el punto adecuado, tras fichar a Pep Guardiola como técnico y 'limpiar' el vestuario (Ronaldinho, Deco, Motta ...), y entregar el liderazgo del equipo a un joven emergente como Lionel Messi.
Con Pep en el banquillo, el Barcelona escribió en el 2009 la página más brillante de la historia barcelonista y de cualquier equipo en el mundo, tras obtener seis títulos en dos temporadas: Copa, Liga, Champions (2008-09), Supercopa de España, de Europa y Mundial de Clubes (2009-10).
Al año siguiente, el Barcelona repitió Liga y se quedó en las puertas de la final de la Liga de Campeones, méritos suficientes que creyó Laporta que bastaban para que el barcelonismo siguiese sus consignas en las elecciones a la presidencia, primero aupando a su amigo Alfons Godall, que acabó retirándose y aliándose después con otra candidatura, y finalmente a Jaume Ferrer.
El barcelonismo no aceptó derivar hacia Ferrer, ni Ingla en segunda instancia, el supuesto potencial que hubiese tenido Laporta si hubiese optado a la presidencia, y optó por una ruptura como en el 2003 y brindó su apoyo incondicional y mayoritario a Rosell.
Igual que ha sucedido con Josep Lluís Núñez, una figura cuestionada en sus 22 años al frente de la presidencia del Barcelona, pero aceptada y aplaudida después de diez años, el aficionado barcelonista quizá también necesite años para tomar perspectiva y observar el legado que deja Laporta tras siete años.