Maastricht, ¿hay motivos de celebración?
- El incumplimiento de los criterios iniciales han creado una UE muy débil
Marcos Suárez Sipmann
Hace 25 años se firmaba el Tratado de Maastricht, que impulsó la integración lanzando la unión económica y monetaria. Cuando se suscribió el acuerdo, casi nadie ponía en duda el proyecto de Europa. Reinaba un ambiente de entusiasmo. Habíamos decidido dar un paso más en la unificación económica y política. Hasta esperábamos que el proceso llevara a la creación de los EEUU de Europa.
Se incluyeron las condiciones para la adhesión a la zona euro, los criterios de convergencia. Los dos más importantes referidos a la disciplina presupuestaria: que el nuevo endeudamiento de un país no debe exceder el 3 y las deudas totales no deben ascender a más del 60% del PIB.
Ambos respondían a simples fórmulas arbitrarias. Así el primero fue originalmente idea de un francés empleado en el ministerio de Finanzas. En los años del experimento socialista de François Mitterand el nuevo endeudamiento del PIB francés era del 2,6%. Implantar como límite superior el 1 se consideró poco realista, el 2 presionaría al gobierno. Así pues, el 3. En cuanto al segundo, a comienzos de los 90, el endeudamiento de muchos países era del 60% del PIB. Todos tenía la idea de que, en general, la situación de las deudas mantendría un rumbo positivo.
Para cumplir los criterios se hizo trampa desde el principio. Países como Alemania habían insistido en que esas condiciones debían permanecer tras la adhesión a la eurozona para proporcionar a la unidad monetaria una base sólida. Sin embargo, en 2002 la propia Alemania al igual que Francia sobrepasó el límite del déficit. Los dos pesos pesados del euro evitaron la multa y suavizar las normas.
Como era previsible, el impacto para la disciplina presupuestaria fue negativo. La reacción, obvia: si Alemania y Francia no se atenían mucho a los requisitos, ¿por qué debían hacerlo los demás?
Los criterios de estabilidad fueron infringidos una y otra vez, también por parte de Alemania, sin que hubiera consecuencias. Las reglas han sido violadas más de 200 veces, sin que se haya aplicado ninguna sanción. ¿Por qué no funciona el mecanismo de penalización? Todos saben que pronto podrían estar en situación de incumplimiento y quieren seguir siendo tratados con indulgencia.
Tras varias rondas de ampliación y una grave crisis financiera y de deuda, mantenemos el euro, si bien bajo fuerte presión. En la esfera política, nada es como antes. Y el nuevo presidente norteamericano desprecia a la UE. ¿Cuál debe ser la respuesta a la crisis? En las instituciones europeas y en los gobiernos, en especial, de los viejos miembros, continúan los reflejos acostumbrados. No obstante, muchos empiezan a preguntarse si exigir "más Europa", la integración a cualquier precio, supone siempre un avance.
Un ejemplo es Grecia, un país sobreendeudado que nunca debió haber sido aceptado en la eurozona. ¿Deben pagar los habitantes de países más sólidos, aunque no necesariamente ricos, por la mala gestión de otros? Haría falta una nueva disciplina en relación con los criterios. En cierta forma, regresar a la idea original de Maastricht. Pero sin trucos.
O la cuestión de la acogida de refugiados. Algo que honra a Europa. Al mismo tiempo hay que centrarse en la lucha contra la inmigración ilegal. Mejorar la seguridad, aumentar la defensa. Maastricht introdujo en la legislación comunitaria la noción de ciudadanía europea y reafirmó el derecho de los ciudadanos de la Unión a "circular y residir libremente en el territorio de los Estados miembros". El documento que sentó las bases para la moneda común fue revisado por los tratados de Amsterdam y Niza, así como el de Lisboa. Pese a sus imperfecciones es un texto orientado al futuro. La próxima etapa: un euro que dinamice nuestras economías y refuerce el crecimiento.
La euforia de los años noventa ha pasado. Las preocupaciones de los europeos consisten en buscar la solución a sus problemas cotidianos. Esta meta se alcanza mediante la cercanía a la población, más democracia, y poniendo en práctica cooperaciones reforzadas. Si Europa no logra estos objetivos dejará de ser relevante para los ciudadanos. Queda reabierto el debate de una UE de dos velocidades. España forma parte del núcleo y jugará un papel fundamental en la Europa más integrada.
La conmemoración del 25 aniversario coincide con el momento más turbulento del proyecto europeo. Es el momento de conseguir una Europa más próspera y cohesionada.