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Visión global del cigarrillo electrónico

    Imagen: Getty.

    Eden Evins

    Los cigarrillos electrónicos han generado un intenso debate entre la comunidad científica internacional respecto a su uso y su clasificación. ¿Son estos un producto como el tabaco? No contienen los mismos ingredientes ni existe combustión durante su uso, por lo que difícilmente se pueden clasificar como tal.

    ¿Son por tanto un producto de consumo? No cabe duda de que no son un producto de consumo ordinario. Pero tampoco son dispositivos médicos, pues su eficacia para dejar de fumar no ha sido probada. Por lo que la pregunta es: ¿cómo debemos clasificar, y regular, estos productos?

    La Unión Europea y sus Estados Miembros han seguido las recomendaciones de la OMS y han regulado los cigarrillos electrónicos como categoría propia, prohibiendo su publicidad y la venta a menores. Estas son legislaciones importantes y bien planteadas, pues el cigarrillo electrónico es un producto complejo desde el punto de vista de la salud pública.

    Por un lado, los jóvenes ya no ven el tabaco socialmente atractivo y pueden por tanto verse atraídos por un producto que lleguen a percibir como más sano y con un sabor más amable. ¿Podrían estos potenciales primerizos usuarios pasarse al tabaco más adelante? Investigación a este respecto es necesaria.

    Por otro lado, los cigarrillos electrónicos podrían retrasar los intentos para dejar de fumar en fumadores altamente adictos al tabaco. Y esto es muy relevante para los grupos vulnerables como los que sufren enfermedades mentales, pues no reciben consejo ni tratamiento médico efectivo para su dependencia a la nicotina como el resto de la población.

    Ahora bien, ¿podrían los cigarrillos electrónicos sustituir al tabaco en aquellos fumadores altamente adictos que intentan dejar el tabaco con terapias médicas, pero no lo consiguen? En estos casos, los cigarrillos electrónicos podrían representar una manera de reducir el enorme daño que el tabaco causa a la salud pública.

    En este contexto, ha habido un intenso debate en España a raíz de la decisión del País Vasco de aplicar a los cigarrillos electrónicos la misma legislación que al tabaco, tomando una dirección distinta al Gobierno español, los países del entorno, y la Unión Europea.

    Aunque el objeto de este artículo no es valorar esta decisión, este contexto brinda la oportunidad de abordar resultados científicos preliminares sobre el potencial de los cigarrillos electrónicos para reducir el daño causado por el tabaco en los fumadores que no han podido dejar de fumar, y especialmente en grupos vulnerables como aquellos con trastornos mentales serios.

    Investigaciones en pacientes con patología dual (aquellos que además de trastorno mental -como esquizofrenia- presentan otra patología, generalmente adicción al tabaco) muestran cómo este es el mayor grupo poblacional de fumadores, ya que tienden a fumar de manera mucho más intensa (tienen una gran adicción a la nicotina) y por tanto presentan tasas de mortalidad causada por el tabaco muchísimo más elevadas que el resto de la población. Estos pacientes necesitan de manera regular terapias médicas para dejar de fumar, tratamientos que son seguros y efectivos.

    No obstante, el tratamiento médico para dejar de fumar no siempre tiene éxito y es ahí donde los cigarrillos electrónicos pueden ser una alternativa efectiva al tabaco, suministrando nicotina al fumador que no ha podido dejar de fumar, pero reduciendo los efectos negativos para la salud asociados al tabaco.

    ¿Cuál es la opción más equilibrada para legislar los cigarrillos electrónicos desde un punto de vista científico, teniendo en cuenta los actuales debates científicos sobre su potencial para reducir el daño asociado al tabaquismo? Más investigaciones son necesarias a este respecto, pero sin duda el debate debe mantenerse abierto.

    Lo que está claro en cualquier parte del mundo es que toda decisión legislativa sobre cómo tratar los cigarrillos electrónicos debe basarse en evidencias científicas y en el consenso entre de la comunidad científica y médica, precisamente como se ha hecho en el Reino Unido. En todo caso, más investigaciones serán necesarias para aportar más luz al debate científico sobre el cigarrillo electrónico, en beneficio de la salud pública.