Firmas
Daniel Gros: Falsa promesa de presupuesto en la Eurozona
Mientras preparan su informe sobre cómo reformar la moneda común, los cuatro presidentes de las principales instituciones europeas (la Comisión Europea, el Consejo Europeo, el Banco Central Europeo y el Eurogrupo) confrontan una pregunta clave: ¿necesita la eurozona su propio presupuesto?
Ellos se enfrentan al argumento que indica que en la unión monetaria de los Estados Unidos funciona mucho mejor porque existe un gran presupuesto federal para suavizar el impacto de los shocks asimétricos, es decir, los shocks que atraviesan los Estados de forma individual. La eurozona, se argumenta, debería tener su propio presupuesto para proporcionar un seguro automático similar a sus Estados miembros.
Este argumento, sin embargo, interpreta de forma errónea lo que ocurre en los Estados Unidos. Es cierto que en los Estados Unidos, como en la mayoría de los Estados federales existentes, el presupuesto federal redistribuye el ingreso entre regiones, compensando de este modo al menos una parte de las diferencias interregionales en los ingresos. Pero, mientras que esto se ha documentado en varias ocasiones, en muchos casos la inferencia sobre que la redistribución es equivalente a un amortiguador de shocks está errada.
Por ejemplo, en los Estados Unidos, el presupuesto federal compensa una parte importante (se estima en un 30 a 40 por ciento) de las diferencias en los niveles de ingreso per cápita entre los estados, ya que los más pobres contribuyen, en promedio, con menos impuestos sobre la renta, y reciben mayores pagos de transferencia. Pero esto no implica que estos mecanismos también proporcionen una garantía contra los shocks (cambios bruscos de ingresos que ocurren en los estados de forma individual). Muchas de las transferencias del Gobierno federal -especialmente el apoyo social básico, como son los cupones de alimentos- varían poco con el ciclo económico local.
En el lado de los ingresos, el grado en que la tributación federal absorbe los impactos a nivel estatal no puede ser muy grande por la sencilla razón de que la fuente principal de ingresos federales no reacciona al ciclo económico: el impuesto federal sobre la renta representa menos del 10 por ciento del PIB.
La baja sensibilidad tanto de los gastos federales como de los ingresos federales a las condiciones del ciclo económico local explica por qué sólo una pequeña fracción (que se estima en alrededor de un 10 a 15 por ciento) de cualquier shock que sufre el PIB de cualquier estado individual se absorbe a través de transferencias automáticas desde y hacia el presupuesto federal de los Estados Unidos.
Una idea que ha sido objeto de debates en varias ocasiones en Europa es la creación de algún fondo de seguro de desempleo europeo, o por lo menos un fondo para la eurozona. Esta idea es atractiva a primera vista. Pero en este caso, también, hacer referencia a la experiencia de los Estados Unidos es engañoso.
En los Estados Unidos, el seguro de desempleo se organiza a nivel estatal. El Gobierno federal interviene sólo en el caso de las grandes recesiones que afectan a todo el país y ofrece algunos beneficios suplementarios para quienes padecen desempleo de larga duración. Pero este apoyo se presta a todos los estados y, por lo tanto, no proporciona a los más afectados mucho más apoyo del que reciben los demás.
Además, las prestaciones por desempleo no son tan importantes como a menudo se supone. En la mayoría de los países, dichas prestaciones representan sólo alrededor del 2 o 3 por ciento del PIB, incluso durante una recesión importante. En los Estados Unidos, el gasto federal suplementario anual ha sido de sólo el 1 por ciento del PIB en los últimos años. Por tanto, es evidente que un sistema de seguro de desempleo para la eurozona nunca sería capaz de compensar los shocks importantes, tales como los que golpean a Irlanda o Grecia, en cuyos casos el PIB se ha reducido en más de un 10 por ciento.
El caso de España ilustra otra característica de las economías europeas que hace que sea difícil argumentar a favor de un régimen de desempleo federal. El paro español en la actualidad se encuentra cerca del 25 por ciento, lo que a priori debería ser una buena justificación para algún tipo de amortiguador de shocks. Pero el desempleo español ha sido, por lo general, más elevado que la media de la eurozona, y cayó a niveles de un dígito únicamente como resultado de un insostenible auge de la construcción. Cualquier esquema de desempleo para la eurozona, por lo tanto, correría el riesgo de financiar el desempleo de largo plazo creado por las instituciones rígidas del mercado laboral nacional, que durante décadas han demostrado ser inmunes a las reformas.
Esto refleja otro aspecto de los mecanismos de los Estados Unidos que, de nuevo, no es ampliamente apreciado. La unión bancaria norteamericana proporciona un seguro tangible contra shocks financieros locales. Por ejemplo, el auge y caída del mercado local de bienes raíces en Nevada fue tan contundente como las crisis acaecidas en España o Irlanda. Sin embargo, en Nevada, que es similar en tamaño a Irlanda, las pérdidas del sistema bancario local se absorbieron en gran parte por las instituciones de la unión bancaria de los Estados Unidos, en especial por la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés) y las agencias federales de refinanciación hipotecaria, apodadas Fannie Mae y Freddie Mac.
Definitivamente, es difícil fundamentar el argumento a favor de algún amortiguador de shocks para la eurozona sobre la experiencia de los Estados Unidos. Pero ¿cómo se puede explicar el hecho de que la crisis financiera mundial no condujo a ninguna crisis bancaria regional en los Estados Unidos, mientras que los sistemas bancarios de varios países de la eurozona se encuentran bajo tal estrés que sus Gobiernos tuvieron que rescatarlos (y luego dichos Gobiernos tuvieron que ser rescatados, a su vez, por el fondo de rescate de la eurozona)?
En Nevada, dicho apoyo se puede estimar en un 10-20 por ciento de sus ingresos nacionales. Irlanda estaría ciertamente en mejor forma si hubiese recibido una transferencia similar. Esto lleva a una conclusión simple: la estabilidad a largo plazo del euro depende mucho más de consumar los planes relativos a una unión bancaria europea de lo que depende de la creación de algún nuevo presupuesto para la eurozona.
Daniel Gros. Director del Centro de Estudios Políticos Europeos.