Firmas
Reunión de pastores... 'oveja muerta' en Europa
El día 30 de enero, si nada lo impide, nuevamente habrá "reunión de pastores"... Malo, malo. Como termina sentenciando la locución popular, eso significa que hay "oveja muerta". No piensen que se me ha ido la cabeza como pudiera parecer por la introducción de este artículo, sino que trato de sazonar con una pizca de humor el hecho de que los líderes europeos piensen que por reunirse una y mil veces van a resucitar nuestra maltrecha economía y, de paso, tratar de borrar los síntomas de la indisposición política e institucional que se padece.
El día 30 será otra jornada más en la que, mucho nos tememos, el arte de la oratoria y la más pura retórica volverán a campar a sus anchas en Bruselas; pero las palabras seguirán sin cuajar en los mercados, porque nadie se cree que la unión monetaria pueda mantenerse a ultranza si no se ataja de una vez por todas la crisis del euro, si no se corta por lo sano pero, permítanme un símil muy gráfico, "con bisturí, no con serrucho" la inestabilidad y el crecimiento de la deuda... De todos modos, aún nos queda una pizca de confianza en este cónclave porque somos conscientes de que, en estos momentos, algo ha cambiado en el panorama financiero europeo que puede obligar a poner, de una vez por todas, las cartas sobre la mesa; y no es el hecho de que se dude cada día más de la eficacia del segundo rescate para evitar la bancarrota de Grecia, no.
Lo azaroso es que en el último trimestre del año la actual primera potencia económica europea, Alemania, experimentó una retracción (suponemos que las agencias de calificación americanas se están frotando las manos a la espera de poder quitarle una 'A' de su tan preciada terna). No cabe duda de que ante la combinación de una deuda grande (en algunos países creciente) con un pobre crecimiento (lo cual si no es indicio de contagio es lo más parecido a ello), es imposible que se genere la estabilidad necesaria para avanzar en la solución de la crisis de la Eurozona.
Reuniones y más reuniones
Hablando de reuniones, no podemos dejar de lado las que mantiene la canciller alemana con las cabezas visibles del universo económico mundial, en un clima podríamos decir que de complicidad (eso sí, sin frivolidades). Además de otra serie de contactos ya mantenidos (con Sarkozy, Monti, Passos Coelho, Boyko Borisov...), la canciller tiene previsto reunirse antes del 30 con el primer ministro de Bélgica, con los presidentes de la Comisión Europea, del Consejo Europeo y hasta con el jefe del Ejecutivo español, Mariano Rajoy, a quien no sabemos si le dará ánimo para continuar con la ardua labor emprendida o, por el contrario, el pésame por la ciclópea carga que le ha caído encima... Ya nos informarán al respecto.
A pesar de que en el orden económico teutón no debe cundir aún el pánico, Angela Merkel, además, ya se ha entrevistado dos veces en estos días con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde; y es que "mujer prevenida, vale por dos".
En principio (ya que ninguna de las dos ha comparecido en público para explicarlo), el motivo ha sido analizar el papel del FMI en la conclusión de la crisis de deuda soberana europea; sin embargo, no dudamos que la canciller haya consultado a la experta sobre cómo proceder para que la economía germana esquive la infección.
Merkel y Lagarde han departido sobre la participación financiera del FMI en los fondos de rescate europeos (sobre todo en las troikas que nos supervisan a los PIGS) y viceversa, es decir, la contribución europea (200.000 millones de euros) al FMI para que la institución pueda asegurar la estabilidad en el viejo continente. Juntas mantienen una buena sintonía y fluida comunicación y pretenden desarrollar, concretar y analizar durante sus reuniones las ayudas del FMI a la Eurozona para atajar la crisis de la deuda soberana. Pero como la alemana no da puntada sin hilo, la reunión también se aprovechó, según ha trascendido, para tantear la tan traída y llevada propuesta franco-alemana o germano-francesa (lo mismo da el orden de los factores) para la prevista cumbre de la Unión Europea, en la que Berlín y París intentarán meter a calzador al resto de sufridores de la Unión, un acuerdo que permita llegar a la unión fiscal, estableciendo por ley los límites "aceptables y no punibles" del endeudamiento público. Para aquellos más escépticos y mal pensados, y en honor a la verdad, tenemos que reconocer que la reunión de esta pareja no fue una sesión de brujería para ver cómo achuchar más y mejor a los más débiles sino, muy al contrario, ambas líderes trataron de la posibilidad de que se instituya un fondo para fomentar el crecimiento en los países más perjudicados por la pertinaz crisis que padecen las finanzas públicas, la restauración de la confianza y del crecimiento, que ¡falta nos hace!
Lo dicho, con escepticismo pero con cierto lustre de esperanza, aguardaremos las noticias el 31 de enero...
Fabián Estapé, economista.