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Lucas Monjardín: Los problemas de deuda de la UE



    Italia no es Grecia... por ahora. O eso dicen los mercados, impulsando momentáneamente el diferencial de la deuda italiana sobre el bono alemán por encima del 7,5%, ayer el 7,025%, más o menos al mismo nivel al que se encontraba la deuda helena hace 18 meses, cuando la Unión Europea (no los mercados) pensaba que las medidas de austeridad impuestas a Grecia solventarían el problema del déficit. Sólo que ahora vemos que no.

    Que Italia no es Grecia es cierto. Atenas, con una deuda sobre el Producto Interior Bruto (PIB) del 166% bajo crecimiento y un déficit del 14% tenía un problema de insolvencia; Italia, con una deuda sobre su PIB del 121% tiene un problema de iliquidez. O lo que es peor, el PIB de Italia es tres veces el de Grecia, Irlanda y Portugal juntos. Por lo que no sólo su deuda (1,85 billones) es inmensa en relación a su propia economía, sino gigantesca para Francia, cuyos bancos son los principales acreedores de la deuda italiana. Con un apalancamiento del sistema financiero europeo de 40 a 1 es imposible reestructurar mínimamente la deuda transalpina sin que esto volatilice el capital de los bancos europeos forzando su nacionalización.

    A diferencia de Atenas, Roma mantiene superávit una vez descontados los intereses de su deuda (superávit primario), por lo que su problema principal no es ajustar sus ratios de deuda, sino que le es imposible financiar su gasto a tipos tan altos.

    El problema de la UE: la espiral de deuda

    El problema de Europa es la gran espiral de deuda en la que se encuentra inmersa, y que las exigentes medidas de austeridad demandadas por el Banco Central Europeo (BCE), en un momento en el que muchos países europeos pueden estar entrando en una segunda recesión, sólo provocarán que los déficit aumenten más aún, agravando más si cabe la situación.

    Aunque la canciller Angela Merkel lo desmiente, estos últimos meses oficiales franceses y alemanes se han visto inmersos en oscuras conversaciones sobre la necesidad de una Unión Europea más integrada y potencialmente más pequeña. Pretenden hacer una lista no sólo de los países que no quieren ser parte del club, sino de cuáles no pueden.

    El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se pronunció a este respecto, aunque después lo desmintió en Estrasburgo ante un grupo de estudiantes hablando sobre la necesidad de una Europa de dos velocidades, una Europa que se mueva más rápido que el conjunto de los 27 países integrantes.

    No hay una solución fácil. Ante la fría acogida por parte de los mercados a la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Económica a un billón, todavía no sabemos cómo, el BCE puede optar por imprimir dinero y comprar los bonos de los países periféricos que ya nadie quiere pese al miedo de Alemania a que se avive el fantasma de la inflación.

    Y frente a esto, muchos nos preguntamos: ¿cuántas generaciones están dispuestos a sacrificar los burócratas europeos para salvaguardar la banca, francesa, alemana y luxemburguesa?

    Lucas Monjardín, consejero delegado de Capital at Work.