Europa
Renzi se acerca a Berlusconi para elegir al nuevo presidente
La elección de un nuevo presidente de la República puede poner duras pruebas al Parlamento. Bien lo saben en Grecia donde la incapacidad de los principales partidos de encontrar un acuerdo para elegir a un nuevo jefe de Estado ha llevado el país a elecciones anticipadas; un acontecimiento que ha vuelto a despertar el fantasma de la salida de Atenas del euro. En Italia, la situación aparece más tranquila, pero solo es apariencia.
El próximo martes concluye, con un discurso de Matteo Renzi en Estrasburgo, el semestre italiano de presidencia de la UE. Al concluirse el semestre, el presidente de la República, Giorgio Napolitano, va a dimitir, como explicó durante el tradicional discurso que el jefe de Estado transalpino pronuncia en Nochevieja.
La fuerza de Napolitano
Aunque, igual que en Grecia, el presidente no lidera el Ejecutivo, sustuir a Giorgio Napolitano no parece fácil: el mandatario -que con 89 años ha decidido retirarse porque la edad "trae crecientes limitaciones y dificultades en ejercer las tareas institucionales"- fue el verdadero protagonista de la política italiana de los últimos cuatro años, cuando en la presidencia de Gobierno se han sucedido cuatro primeros ministros. Tras la parálisis política originada por el resultado de las generales de 2013, el Parlamento le pidió que repitiera su mandato, toda una novedad en 70 años de democracia. Napolitano aceptó con tal de permanecer el tiempo necesario para que se pusiera en marcha una legislatura finalizada a la reformas políticas y económicas.
La llegada del joven Matteo Renzi ha acelerado el proceso de cambio, aunque el primer ministro de momento pueda lucir más anuncios que reformas aprobadas. Así que, acabado el papel institucional de la presidencia rotatoria de la UE, Napolitano ha decidido dimitir. Sin embargo, las dimisiones del presidente, aunque ya programadas, sorprenden a Renzi en un momento critico. El líder se ha pasado los últimos meses de 2014 batallando con Bruselas para obtener un poco más de flexibilidad presupuestaria, y ahora hubiera querido acelerar el camino de las reformas. Sin embargo, la elección del sucesor de Napolitano promete echar a rodar los planes del primer ministro: no es solo que, en Italia, la elección de un jefe de Estado sea un procedimiento complejo que prevé largas sesiones comunes de Congreso y Senado. Es que, para elegir a un presidente italiano, se necesita una mayoría muy amplia, es decir, un pacto entre la mayoría de Gobierno y la oposición. Y con la agenda de las reformas todavía por definir, las negociaciones de Renzi con los otros líderes políticos no podrán limitarse al nombre del nuevo jefe de Estado: tendrán que abarcar también medidas clave para el futuro del país como la ley electoral.
El camino elegido hasta ahora por el primer ministro es un eje con el líder conservador Silvio Berlusconi: entre altibajos los dos ya han pactado varias reformas y podrían encontrar un nombre compartido para la Presidencia. El rápido acuerdo entre dos frentes que se han combatido durante décadas, levanta sin embargo muchas polémicas. Además, el descubrimiento por parte de la prensa de una norma, en la recién aprobada reforma fiscal, que podría ser interpretada como un favor legal destinado a beneficiar a Berlusconi (expulsado del Senado por fraude fiscal) ha avivado el fuego en el Parlamento. Renzi intervino asegurando que interrumpirá el trámite de la norma, pero no ha conseguido borrar la sospecha que el acuerdo entre el primer ministro y el líder conservador sobre el nuevo presidente incluya también cláusulas secretas para salvar a Berlusconi de sus problemas con la Justicia. De esta manera la batalla para la Presidencia de la República italiana se anuncia larga.