Europa
La coalición de Gobierno británica abre grietas a menos de un año de las elecciones
El mismo día que Juan Carlos I firmaba su carta de abdicación tras 39 años de reinado, al otro lado del Canal de la Mancha Isabel II se preparaba para el tradicional Discurso de la Reina que anticipa en el Parlamento las previsiones legislativas del año entrante. Este contraste en el panorama de dos de los monarcas europeos más veteranos revela, en la superficie, uno de los actos reservados en el calendario británico para desplegar la pompa de una de las casas reales más antiguas del continente; pero bajo la corona, las joyas y el armiño, la cita tiene una importante trascendencia política, ya que representa la oportunidad de oro del Gobierno de turno para demostrar que cuenta con el cerebro y el músculo que necesita el país para mantener su estatus como una de las potencias de Occidente. Cameron no garantiza que Reino Unido permanezca en la UE si Juncker preside la Comisión Europea
Delicado equilibrio
La ocasión tenía poco de particular para la octogenaria soberana, que afrontaba su 63 discurso, pero a 11 meses de las generales, la coalición se jugaba el último cartucho para convencer a los votantes de que son ellos, y no la oposición laborista, quienes garantizan el timón económico y la estabilidad que ansía este Reino Unido post-crisis.
El problema es que la apelación electoral del Ejecutivo no es unitaria. La falta de mayorías absolutas que dejaron los comicios de 2010 obligaron a David Cameron a sellar un pacto con el por entonces popular Nick Clegg que pone ahora a ambos en la incómoda tesitura de reivindicar un Ejecutivo con puntos negros de los que culpan al otro. Como resultado, manejan un delicado equilibrio entre la necesidad de desmarcarse de la línea ideológica del socio y la obligación de mostrarse como una Administración cohesionada, sin fisuras partidarias. La fusión ha generado efectos secundarios complicados: la toxicidad 'tory' ha contagiado a unos liberal-demócratas que sufren el escarnio ciudadano por no haber detenido las medidas más impopulares del socio mayoritario, pero los de Clegg han impedido también a los conservadores aplicar íntegramente su agenda política y las facciones más a la derecha vinculan esta tibieza con la deserción de su núcleo duro hacia los eurófobos y anti-inmigración del Ukip.
En consecuencia, donde la rumorología había situado un nuevo ataque frontal contra los extranjeros comunitarios como una de las medidas clave del Discurso de la Reina, especialmente tras la victoria del Ukip en las europeas, la eurofilia liberal-demócrata obligó a dejar el endurecimiento de las medidas contra los inmigrantes fuera de las previsiones legislativas. El paquete se limitó a once leyes, el menor número de la Legislatura, exponiendo así al Gobierno a las críticas de quienes lo acusan de haberse quedado sin ideas, anclado en la cuenta atrás que oficiosamente ya ha comenzado para las generales.
Sin embargo, el alcance de las medidas permite reforzar el mensaje de Cameron de que la recuperación a la que ha dedicado todos sus esfuerzos está sólo a mitad de camino y que precisa de un próximo mandato para dejarla asegurada. A su favor, el primer ministro mantiene la confianza que, según las encuestas, genera entre los electores en relación al manejo de la economía. Cameron puede no gustar y su ministro del Tesoro, George Osborne, no figura en la lista de los más populares, pero ambos inspiran más seguridad al frente de la economía que sus rivales. De ahí que el texto que prepararon para Isabel II contuviese reiteradas referencias a que su plan es "a largo plazo" y que, aunque se ha avanzado, queda "mucho por hacer" para reducir el déficit a niveles sostenibles y consolidar el crecimiento. De momento, el Discurso de la Reina ha generado más indiferencia que euforia, pero tampoco los ciudadanos esperaban sorpresas de la chistera gubernamental tras el reciente varapalo que los partidos mayoritarios sufrieron en las urnas y el riesgo de oportunismo electoral. Aún así, el socio mayoritario tiene una reválida definitiva antes de apelar a la confianza de los británicos: el Presupuesto de marzo, último recordatorio de qué son capaces a escasas semanas de que el votante tenga que elegir papeleta en las generales.
El alcance de las tensiones en el Ejecutivo ante la cercanía de las elecciones generales recomendó a David Cameron y Nick Clegg emitir un comunicado conjunto con motivo del Discurso de la Reina. Por si acordar un paquete legislativo no bastase para probar la existencia de cohesión gubernamental, el primer ministro británico y su número dos unieron voces con el fin de defender, a pesar de sus "filosofías diferentes", la "valentía" de las medidas de la coalición.