Europa
Turquía necesita que Europa le demuestre su compromiso
Las protestas en Turquía no cesan y han sumido al Gobierno de Ankara en una seria crisis política. El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, tras reunirse con portavoces de los manifestantes en el parque Gezi y en la plaza Taksim, de Estambul, había aceptado que la ciudadanía decidiera el futuro del controvertido proyecto urbanístico que desató la ira.
Sin embargo, los activistas expresaron su desacuerdo con las condiciones del mandatario, pues no confían en los medios tradicionales. Se comunican a través de las redes sociales con un efecto muy potente.
Erdogan incumplió su propio ultimátum al ordenar a la policía el desalojo de los manifestantes antes de lo acordado, en la noche del 15 de junio. Los excesos de la política de mano dura han aumentado el malestar caldeando los ánimos. Muchos ciudadanos optan por tomar la calle. El Gobierno ha amenazado con sacar al ejército.
Las arengas del primer ministro atizan el desprecio de muchos de sus seguidores hacia los manifestantes. El resultado es un ambiente de polarización y confrontación. Erdogan gobierna para el 50 por ciento que votó por él en Anatolia, mientras reprime salvajemente a los manifestantes en Estambul, Ankara y Esmirna.
Las protestas se desarrollan en las ciudades. Es cierto que en los pueblos se impone el apoyo al AKP, el gobernante Partido de la Justicia y el Desarrollo. Todos se conocen y la vigilancia es mayor. Pero también allí se discute lo que está ocurriendo. Ello indica la existencia de opiniones divergentes.
No obstante, incluso personas de las filas de Erdogan y mujeres con pañuelo islámico protestan en la plaza. Los hijos de algunos diputados de su propio partido están participando, según los medios turcos.
Se ha vuelto al tradicional estilo político de Turquía, como se practica desde la caída del Imperio Otomano. El Estado reparte limosnas; los lugares públicos le pertenecen, a veces hasta se muestra amable. Los ciudadanos no pasan de ser sujetos pasivos y deben aceptarlo. Erdogan se pronuncia respecto a cuestiones religiosas. Trata aspectos como cuántos hijos debe tener cada familia o que las parejas no han de bajar del tranvía dándose la mano. Esto hace que los ciudadanos perciban a Erdogan cada vez más como a un gobernante autoritario que se inmiscuye en su vida privada. Sienten como las afrentas más graves del gobierno conservador y religioso del AKP están coartando sus libertades.
El desalojo a la fuerza y la violencia no sólo empeoran la crisis, sino que dificultan las negociaciones para incorporar al país a la UE. Las de por sí complicadas negociaciones para la adhesión deberían retomarse a partir del próximo día 26. Algunos europarlamentarios conservadores exigen que se suspendan. La encargada de los asuntos exteriores de la UE, Catherine Ashton, ha reaccionado con razón diciendo que ésta no es la hora de alejarse de Turquía, sino de comprometerse con el país.
En Alemania, donde la inmigración turca es masiva, Cem Özdemir, jefe de Los Verdes, la secundó. Özdemir, de origen turco, criticó a la canciller, Angela Merkel, por desaprovechar su grado de influencia sobre Ankara. Merkel había insistido en que Europa debe ofrecer a Turquía una mera "sociedad privilegiada" en lugar de una incorporación a la Unión. Según Özdemir, a nadie debe sorprender ahora que Erdogan no tome en serio los mensajes de Berlín y Bruselas. Da por sentado que el primer ministro turco ha perdido interés por la UE.
Políticos socialdemócratas coinciden con Özdemir, advirtiendo que en la sociedad turca se generaliza la impresión que Turquía puede desarrollarse sin ayuda o apelando a alianzas con actores distintos de la UE. Es sobre todo en el sector empresarial que apoya a Erdogan donde existe el miedo de que se ponga en peligro el modelo de éxito -de crecimiento económico- de Turquía. Un modelo polémico puesto que el primer ministro está llevando a cabo proyectos de construcción de manera desmedida.
Nexos mutuos beneficiosos
Los beneficios de estrechar los lazos con Ankara se han hecho más evidentes a medida que su economía ha seguido creciendo, lo que contrasta con la caída en Europa. Al mismo tiempo se había apagado el entusiasmo público turco. Si la economía turca crece y crece, ¿para qué unirse a un bloque en crisis?
El primer ministro está molesto por la reacción de la UE, en concreto por las críticas recibidas del Parlamento Europeo. Erdogan se encamina hacia una autocracia. No tiene asesores capaces de transmitir lo que sucede, con lo que se aleja a paso acelerado de la realidad.
El ministro de Exteriores turco, Ahmet Davutoglu, reprochó las críticas de "algunos países europeos" hacia las crecientes protestas en su país. Informó de que Turquía pedirá la elaboración de un informe sobre cómo se han tratado las protestas en el extranjero. Un estudio que detallará, según Davutoglu, "qué esfuerzos han hecho esos países para crear una percepción contra Turquía, qué instrumentos han sido empleados, qué han hecho nuestras embajadas y cuáles fueron las reacciones".
Pero Erdogan no es Turquía. Ni siquiera puede aplicarse su estilo a la totalidad del Gobierno turco. El presidente, Abdullah Gül, por ejemplo, se dirigió a la gente para aplacar el conflicto. Hay indicios de que pese a todo el país sigue gravitando hacia el bloque comunitario. Gül insistió en que, para poder aproximarse a la UE, Turquía debe modernizarse y democratizarse, sobre todo en política interior.
La UE va a abrir su nuevo capítulo de negociaciones con Turquía. En el contexto actual, es importante lo relativo al Estado de Derecho. Se evidenciaría con ello que a Erdogan no le entusiasma la idea de ingresar a la UE. Posiblemente prefiera un modelo similar a Dubai o Singapur: éxito económico a través de una ingente cantidad de proyectos de construcción no siempre justificables, mientras los valores democráticos pasan a segundo plano.
Si Erdogan persiste en sus tácticas, Europa no podrá continuar el diálogo. Por otro lado, interrumpir de manera abrupta las conversaciones para presionar al primer ministro y que ponga fin a su dura represión tampoco ayudará a la democratización. Muchos turcos liberales temen que las reformas se mantendrán sólo si está abierta la perspectiva de la adhesión y, mientras tanto, Erdogan denuncia una especie de conspiración occidental que le resulta muy conveniente.