Europa

Los griegos reniegan de Europa

    Los griegos reniegan de Europa. Foto: archivo


    El dilema de volver al dracma o permanecer a toda costa en la zona euro sale a la palestra cada vez que se habla de la posible incapacidad de Grecia para cumplir con sus compromisos internacionales. "Al final nos dará igual, ya que tanto con el euro como con el dracma, nuestro bolsillo estará igual de vacío" comenta Dimitris Nanidis, de 47 años, cocinero en un restaurante de Atenas. "Si el nivel de salarios llega a igualarse a los salarios de otros países balcánicos, ya no hablaremos simplemente de reducción del poder adquisitivo o de una derrota de la sociedad de consumo, sino de una terrible alteración del nivel de vida. Por eso la gente castigó con su voto a los que tratan a las personas como números, a Alemania y la UE", remacha Nanidis.

    "Es difícil que te cruces con alguien que no se dé cuenta de lo dramático de la situación en Grecia; a no ser que entres en el Parlamento", dice, con un ligero tono de ironía en su voz, Anna Kalusi, profesora de italiano, de 27 años. "No me explico por qué los líderes de los siete partidos parlamentarios no pueden pactar y juntos crear un Gobierno de unidad. Al fin y al cabo, ésta ha sido la voluntad del pueblo, tal y como se expresó en las urnas", comenta Anna.

    Y es cierto que en el debate de la semana pasada, y hasta ayer mismo, los dirigentes griegos no pudieron dejar al lado las diferencias y llegar a un acuerdo. "Las imágenes de gente que asiste a comidas repartidas por los ayuntamientos se incrementará y nadie se mueve" comenta también Dimitris Efstratiou, estudiante de biología, de21 años. "Quizá cuando gran parte de la gente de mi generación abandone el país para buscar futuro en otros lugares, se interesen" añade, viendo que las posibilidades de ejercer su profesión en Grecia disminuyen.

    Más voces radicales

    La luz al final del túnel, la salida de la crisis, todavía se ve lejos. Mientras los despidos, los recortes salariales y la incertidumbre económica y social siguen en primera línea de la vida cotidiana, las voces radicales y las sorpresas tipo Amanecer Dorado permanecerán en el escenario. "El radicalismo de este tipo", asegura Antonis Kéveris, relojero de 54años, "no es un fenómeno que desaparecerá mañana, me temo que ha venido para quedarse y la sociedad no se deshará de ellos fácilmente". Queda por ver si la cita con las urnas del 17 de junio confirma sus palabras.

    Lo que es seguro es que ésta será solo una de las muchas preguntas por resolver, al lado de otras como si Grecia puede solventar sus problemas entre tantas maquinarias de cumbres y declaraciones, o si ante el país heleno se abre el largo camino de la vuelta al dracma.

    Lo cierto es que la ira social y el resentimiento se desbordan. La gente en Grecia sigue indignada, pero su indignación ya no llena solamente la plaza Sintagma, frente al Parlamento, sino todos los aspectos de su vida cotidiana. Y hace unos pocos días se evidenció también en las urnas, dando al resultado electoral el aspecto de una descomposición total del sistema político constituido durante la larga Transición griega.

    Una avalancha de medidas de austeridad que se inició a finales del año 2009, justo cuando el Gobierno recién elegido se dio cuenta de repente de que el déficit estatal estaba por las nubes, ha disminuido radicalmente el nivel de bienestar de los griegos, mientras que se recortaban con sangre fría derechos laborales, cambiando en gran medida el escenario laboral en el país heleno.

    Grecia, y más bien la capital, Atenas, ha vivido estos dos últimos años varios días de violencia. Las manifestaciones masivas que estremecieron la capital cuando en el Parlamento se votaba a favor de nuevas medidas y recortes, el movimiento de los indignados que ocuparon durante varias semanas la plaza de Sintagma, el movimiento del "no quiero pagar" y, por último, la caída libre del bipartidismo griego en los últimos comicios, reafirman un hecho indiscutible: la sociedad griega ya no confía para nada en el personal político del país y no ve salida en esta situación sin precedentes.

    Indignación ciudadana

    Hablando con gente en la calle del presente y también del futuro próximo del país, se obtiene la impresión de un gran pesimismo. "Que alguien me explique cómo es posible que los políticos que nos metieron en esta situación se presenten ahora como los únicos que nos pueden sacar de ella. Es como si alguien que te da un veneno, te dice luego que solamente él tiene el antídoto", comenta Panagiotis Sarinis, músico de 34 años. Panagiotis es miembro a tiempo parcial de la Orquesta Filarmónica de uno de los más grandes ayuntamientos de Atenas. Aunque hasta hoy ha conservado su puesto de trabajo, no esconde su inquietud por el mañana. Cuando la conversación gira alrededor del resultado de las elecciones, responde: "Se veía venir. Ningún partido puede convencer a la gente de que tenga, no una solución, sino por lo menos una propuesta factible".

    El partido que inesperadamente ha cuadruplicado su poder tras las últimas elecciones ha sido la coalición de izquierda radical, el Sýriza de Alexis Tsipras. Katerina Kámpasi, funcionaria de 36 años, pertenece al millón (y más) de votantes que le destacaron como segunda fuerza política. "No me lo esperaba, que una coalición de izquierda gane la segunda posición ha sido un milagro. Pero ahora Tsipras tiene que cumplir con sus compromisos, pasar de la retórica al acto, no basta dinamitar los planes de ajuste, hay que presentar alternativas", dice Katerina.

    Ella misma no ha sido víctima de la medida de la prejubilación ni de los "despidos en reserva" que llevaron a varios compañeros suyos fuera del sector público .Pero sí ha visto reducido su salario hasta 30 por ciento y varios subsidios sociales desaparecidos. "A mí también me gustaría ver en Grecia un Gobierno de unidad, pero tal como son nuestros políticos, lo dudo mucho", contesta a la pregunta de si un Ejecutivo de coalición es posible. ¿Y si la falta de acuerdo entre los dirigentes griegos favorece aún más la inestabilidad del país? "Vivimos la inestabilidad cada día, desde el momento en que entramos en los brazos del FMI", responde Katerina.

    Por su parte, Yorgos Patrudakis, de 39 años, destaca la falta de personal político en Grecia y cree que el problema en gran medida radica ahí. "El mensaje de las elecciones es que la sociedad ya no confía en nadie, no da a nadie el derecho a creer que puede gobernar. La gente está convencida de que los políticos actuales son hipócritas, no dicen la verdad a la sociedad, y no hay un líder que pudiera llevar al país en sus hombros".

    La verdad es que ni Antonis Samarás, de ND, ni Evángelos Venizelos, del socialista Pasók, son líderes carismáticos. Alexis Tsipras, el joven presidente de Sýriza, no se ha testado todavía en puestos gubernamentales, aunque su firme posición en los últimos días, dentro del discurso sobre la colaboración entre partidos para un gobierno de unidad, no puede calificarse, precisamente, de sutil.