El secretario del Partido Demócrata (PD) italiano, Matteo Renzi, recibió ayer del presidente de la República Giorgio Napolitano el encargo de formar un nuevo Gobierno que sustituya el Gabinete liderado por el dimisionario Enrico Letta. El nuevo líder del centroizquierda, como es de costumbre, aceptó el encargo "con reserva", lo que implica que se tomará "algunos días" para hablar -y sobre todo negociar- con sus aliados en el Parlamento, empezando por los antiguos berlusconianos del Nuevo Centroderecha, que en los últimos días han intentado subir el precio de su participación en el nuevo Ejecutivo.Sin embargo, a pesar de que el nuevo Gobierno verá la luz a finales de esta semana, su flamante presidente ya ha anunciado un ambicioso calendario de reformas, una cada mes hasta mayo: en febrero prevé acometer "un trabajo urgente sobre las reformas constitucionales y electorales e, inmediatamente después, en marzo, el empleo, en abril la reforma de la administración pública, y en mayo la del fisco", explicó ayer Renzi nada más salir del despacho de Napolitano. "Tenemos la intención de trabajar de forma seria sobre los contenidos", prometió el líder progresista, que busca llegar a las próximas elecciones europeas del 25 de mayo con las tareas bien hechas, para tener en esa ocasión el refrendo de las urnas que hasta ahora le ha faltado. Renzi quiere poner particular atención a lo que define "el problema de mi generación, es decir, el trabajo", subrayando que su reforma laboral intentará dar respuesta a la "resignación" de los más jóvenes, una primacía muy negativa para Italia que según los últimos datos del BCE es uno de los peores países de la eurozona por el porcentaje de jóvenes inactivos -de hecho los transalpinos entre 15 y 24 años que ni estudian ni trabajan acaban de superar el 20%. El secretario del Partido Demócrata ya presentó en enero un borrador de reforma para el mercado laboral, basado en nuevos contratos de inserción para los jóvenes: la idea sería abaratar el despido para los contratos tradicionales, pero al mismo tiempo dar más garantías a quienes ahora trabajan como falsos autónomos o con "contratos basura". Sin embargo para ver un plan más concreto habrá que esperar a la lista de los ministros. Así, Renzi afirmó que se tomará "algunos días" para negociar con sus aliados, pero seguramente las carteras más pesadas se quedarán en las manos del PD. En vilo está el Ministerio de Economía que podría tocar una vez más a un tecnócrata, elección sobre la que Renzi ha pedido consejo al presidente del BCE, y antiguo gobernador del Banco de Italia, Mario Draghi. Otra cartera importante, como Industria, podría tocar a un directivo de renombre, aunque de momento Andrea Guerra, consejero delegado del fabricante de gafas Luxottica y persona más acreditada para el cargo, ha desmentido su participación en el futuro Gabinete. Lo que sí parece seguro es que el nuevo primer ministro quiere guiñar el ojo al mundo de los negocios. Por eso también la incertidumbre que, como de costumbre, acompaña las crisis políticas en Italia, sigue dejando impasibles los mercados: la Bolsa de Milán cerró ayer otro día a la alza (+0,6%), con el índice Ftse MIB en los máximos desde 2011. Sin embargo, no hay que olvidar que Renzi se prepara para llegar a Palazzo Chigi, sede el Ejecutivo italiano, cuando el país ya ha pasado el primer examen de las agencias de rating: el juicio de Moody's ha sido positivo. Los analistas de la agencia de calificación crediticia subieron el outlook del país transalpino de negativo a estable, dejando invariado el rating Baa2: la decisión de Moody's ha sido motivada por la "resistencia de la fuerza financiera de Italia", así como por "el reflejo de la estabilización de la relación deuda/PIB en 2014". Unos logros, igual que el tímido crecimiento del 0,1% del PIB en el último trimestre de 2013, que son la herencia de Letta. Ahora Renzi tiene que aprovechar el momento y secundar esta tendencia de recuperación. El secretario del PD pudo celebrar ayer también la victoria de su candidato en las elecciones autonómicas de Sardinia. Pero su luna de miel con los inversores internacionales acaba de empezar. Y si las reformas no llegan a tiempo, el encanto podría durar muy poco.