El análisis: El caos de la subida de impuestos, ¿quiénes son los "ricos"?
Los interminables debates sobre las políticas de oferta y de demanda han cesado en seco a causa de la crisis. La experiencia demuestra que, cuando se trata de salir de los desequilibrios provocados por una recesión, son necesarios ajustes realizados mediante recortes del gasto, aunque quepa alguna leve subida de la presión fiscal para acabar de cuadrar las cuentas sin anular el crecimiento indispensable para la reducción del déficit.
Así se lo explicaron a España el Ecofin y los miembros de la Eurozona en aquel dramático primer fin de semana de mayo, así parecieron entenderlo Salgado y Zapatero y así lo dispuso el presidente del Gobierno en su anuncio del ajuste en su comparecencia parlamentaria del día 12.
No había que ser un lince para entender que aquellas medidas eran gravemente impopulares y generarían, además de una airada reacción de los sectores afectados y de la sociedad en general, una caída en las expectativas electorales del partido del gobierno.
Además, darían carnaza a la oposición ya que se interrumpían bruscamente el discurso social de Zapatero (Rodríguez Zapatero mata a ZP, aseguró determinado medio con certera precisión al comentar la trascendencia ideológica del recorte). Y enseguida comenzó a denunciarse, tanto desde sectores progresistas como conservadores, la inequidad, seguramente inevitable, de aquellas medidas, que se cebaban directamente en funcionarios y pensionistas.
La evidencia de que, al menos en apariencia, el ajuste cargaba sobre los más desfavorecidos, alumbró (entre otras demagogias) la idea de que aquellas medidas debían ser compensadas mediante algún artificio que permitiera que "los ricos" fueran también partícipes del sacrificio. Y ello a pesar de que, en pura teoría económica, no cabía tal cosa, como explicó certeramente Guillermo de la Dehesa en memorable artículo: el ajuste basado en la reducción del gasto tenía la virtud de no atacar al crecimiento, lo que sí hubiera sucedido si se hubieran decidido simultáneamente subidas de impuestos.
¿A qué "ricos" afectará?
La idea peregrina de subir los impuestos "a los ricos" ha ido rondando estos días con inconcebible desorden. La izquierda (IU, ERC) la mencionó de inmediato. Más tarde, el tercer vicepresidente, Chaves, no la descartó. Luego Fernández de la Vega vaciló y no la negó. Salgado aseguró que no había nada previsto. Y Rodríguez Zapatero no ha podido resistirse y la ha anunciado finalmente, aunque sin fijar fecha ni forma. Como casi siempre, el despistado Corbacho ha negado poco después toda posibilidad de lo que su jefe de filas acababa de certificar. Coordinación se llama la figura, que es una forma expresiva de la improvisación.
Una vez lanzada la especie, las dificultades que se plantean son varias. En primer lugar, habría que medir muy bien el momento de la implementación de esta figura, ya que en la hora actual y en los próximos meses sería de efectos desastrosos, como se ha explicado más arriba.
En segundo lugar, habría que seleccionar con algún criterio a "los ricos". ¿Quiénes gozan de esta envidiable posición? Si se piensa que en este país los verdaderamente acaudalados no pagan apenas IRPF porque no tienen rentas del trabajo y las del capital tributan, cuando tributan, por otras vías, se entenderá que una subida del impuesto sobre la renta, que es lo que se está tramando a todas luces, sólo lesionaría, en hora muy intempestiva, a las ya muy atribuladas clases medias, que son más del 80% del país.
Habría otras fórmulas, más o menos exóticas, como la de resucitar el fenecido impuesto sobre el Patrimonio, recién eliminado por francamente inútil, caro de gestionar e inútil para recaudar. Pero, en realidad, la idea luminosa de gravar a los más adinerados es una entelequia que, si bien se piensa, no tiene siquiera sentido.
Si de verdad se quiere incrementar las dosis de justicia social en este país habrá que recurrir a las vías convencionales: lograr que haya puestos de trabajo para todos, para lo cual el previo sacrificio colectivo es indispensable, y conseguir que todo el mundo pague sus impuestos, atacando las escandalosas bolsas de fraude que todavía hay en este país.
Y si se quiere ir más allá, no estaría mal que el G-20, de cuya pertenencia tanto alardea Rodríguez Zapatero, se tomara en serio la necesidad de implantar la transparencia global y el aislamiento definitivo de los paraísos fiscales que son, en realidad, vulgares y toleradas cuevas de ladrones.