Empresas y finanzas

El ébola ha llegado a España, pero no para quedarse



    Contagio, aislamiento, virus letal... El lenguaje que habitualmente rodea al ébola parece poco compatible con los mensajes de calma, tranquilidad o sosiego tan necesarios en estos momentos.

    El virus que toma nombre del pequeño afluente del río Congo ha acompañado frecuentemente al hombre en las zonas rurales de África central desde que en 1976 desencadenara su primera epidemia. La gran diferencia con la epidemia actual ha sido el salto de esas zonas rurales a áreas urbanas densamente pobladas, que dificulta de forma importante el correcto aislamiento de pacientes y el seguimiento o detección de posibles enfermos. La enfermedad por virus ébola (EVE) es grave y se caracteriza por su agresividad contra las células que forman los vasos sanguíneos o lo que es lo mismo: por su virulencia contra la fuente de vida de nuestros órganos; de ahí que éstos puedan presentar un fallo de funcionamiento que suponga la muerte de la persona infectada. Pero es una enfermedad que sólo se transmite por contacto directo con líquidos corporales (sangre, saliva, sudor, orina, etc.) o con material que haya estado en contacto con estos fluidos. No se transmite por estar cerca de una persona enferma sin contacto alguno. Esto dificulta de forma notable su propagación.

    A nivel terapéutico, en cambio, la situación es limitada: escasean los tratamientos específicos (ZMapp, Favipiravir, Brincidofovir, suero hiperinmune, etc.) y las dos vacunas que podrían controlar de forma eficaz y evitar la expansión se encuentran todavía en pruebas iniciales.

    La detección de esta semana del primer caso autóctono de ébola en un profesional sanitario no debería sorprendernos: somos nosotros, los profesionales de la salud, los que debemos afrontar el problema y, por tanto, los que corremos más riesgo de infectarnos. Pero nuestro país no está en el centro de África: contamos con un sistema sanitario público que dispone de medios y capacidad para dar una respuesta adecuada.

    Y ahí tenemos a los epidemiólogos de campo realizando los estudios de los contactos, los médicos de familia sospechando y detectando desde el primer momento de atención, los sistemas de transporte sanitario manteniendo un alto nivel de manejo del paciente, los profesionales clínicos hospitalarios prestando la atención precisa con el máximo de seguridad posible, el personal de laboratorio realizando la detección con la mayor seguridad posible? También los ciudadanos deben colaborar con el sistema sanitario: los posibles contactos de un paciente cumpliendo las normas de seguimiento de forma adecuada, informando a todo profesional de esa condición y minimizando los riesgos de contagio. El ébola ha llegado a España, pero no para quedarse.