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Etiqueta moderna: Pautas sobre cómo reformar un mundo maleducado



    SEATTLE, EEUU (Reuters) - La mala educación es una epidemia global hoy en día. Y ni siquiera hablo de la mala educación en Internet.

    La gente se roba los taxis. Las recepcionistas telefónicas son temibles. Los vendedores se comportan como si te estuvieran haciendo un favor cuando compras algo. Los camareros muestran mal talante. Los cotilleos insidiosos venden periódicos. La decencia se considera aburrida.

    Mira afuera, y verás basura en todas partes salvo las papeleras. Siéntate en un restaurante y encontrarás chicles pegados debajo de las mesas. Ve a una oficina y verás jefes que no tratan a sus equipos como a seres humanos, ignorando cosas sencillas como reconocer su presencia presentándoles a visitantes y clientes.

    La lista podría seguir hasta el infinito. Lo sé porque presto mucha atención a estas cosas. También porque mucha gente me llama o escribe para contarme sus últimos tropiezos de educación.

    Y todo esto provoca una pregunta.

    ¿Es que nadie se ha dado cuenta de que si queremos cambiar a todos los demás, debemos cambiarnos a nosotros mismos?

    Se pueden escribir libros, ofrecer discursos. Pero os pregunto, ¿quién ha aprendido nunca a montar en bicicleta leyendo un libro?

    El caso es que cualquier cambio duradero significativo debe venir de dentro. Puedo recitar información sobre habilidades de etiqueta, pero se quedan huecas si no cumplimos algunos principios muy básicos para que tengan éxito:

    1. Todo ser vivo merece respeto.

    2. La fortuna de una persona queda determinada por la calidad e integridad de sus relaciones. Nuestras relaciones son la parte más importante y significativa de nuestra vida. Si nuestras relaciones con nuestro concepto de Providencia, nosotros mismos, nuestra pareja, nuestra familia y amigos y por último, nuestra carrera -en este orden- son saludables, entonces es muy probable que las ataduras materiales que la mayoría de nosotros considera "fortuna" terminen por ser nuestras.

    3. Nuestras relaciones son más fluidas y satisfactorias cuando entendemos y utilizamos las normas básicas de la etiqueta que tienen sentido en nuestro estilo de vida.

    4. Las buenas maneras no son lo mismo que la etiqueta. Las buenas maneras tienen que ver con nuestra actitud general hacia la vida y la gente que hay en ella. La amabilidad es la esencia de las buenas maneras. La etiqueta, por el contrario, es una serie de normas que rigen nuestras relaciones en distintas situaciones.

    La etiqueta varía de país a país, ciudad a ciudad, empresa a empresa. Por ejemplo, en Estados Unidos estrechar las manos es una parte esencial del saludo. En Japón, una inclinación ocupa el lugar del apretón de manos. ¿Es una mejor que la otra? Ciertamente no.

    5. La honestidad y la capacidad de reírse de uno mismo son esenciales para una vida exitosa y próspera.

    Por ejemplo: una de las personas mejor educadas que he conocido jamás es un hombre llamado David de Barbados.

    Es buceador y pescador, y desde luego no hace ningún esfuerzo por parecer elegante y sofisticado.

    David aparece de forma inevitable en la puerta de los turistas, sin invitación ni anuncio, llevando un pez recién pescado tan fresco que casi tiembla. Entonces procede a invadir la cocina y preparar una comida memorable.

    He disfrutado de varios de estos festines. Nunca se me ha ofrecido una pala o un tenedor de pescado, tres copas o cualquiera de los elementos que digo a mis clientes que utilicen cuando cenan por negocios o placer. Pero nunca los he echado de menos.

    ¿Por qué? Porque David, aunque suele romper todas las normas de la etiqueta, desprende entusiasmo por la vida y por la gente que hay en ella. Sabe con cada fibra de su ser que la vida consiste en compartir nuestra experiencia, nuestro propio ser, de la forma más amable, alegre y agradable que podemos. Lo que sabe David (y no necesita ninguna guía de etiqueta que se lo diga) es que la gente es mucho más importante que las normas.

    No pretendo quedarme sin negocio con este texto. Todo lo contrario. Todos esos prejuicios sobre el comportamiento y la etiqueta sobre los que no se habla son tan pronunciados hoy en día como siempre. Pero la gente que tiene éxito en los negocios es consciente de que la esencia de las relaciones profesionales productivas es la gente que hay en ellas.