Roverato usa el temor a la partición de Eiffage para cortar el paso a Sacyr
París, 12 abr (EFECOM).- El presidente del grupo francés Eiffage, Jean-François Roverato, mantiene desde hace más de quince meses un pulso con su primer accionista, el español Sacyr, al que impide entrar en la dirección porque sospecha que quiere hacerse con el control de la empresa para despedazarla y vender una parte.
Roverato, que lleva 32 años en Eiffage y 20 como presidente, está empecinado en cortar el paso a Sacyr antes de dejar el próximo verano su puesto en manos de su delfín, Benoît Heitz, y el momento fuerte de esta confrontación será la junta general de accionistas del próximo día 18.
Como ya ocurrió hace un año, el protagonista de esa junta volverá a ser con toda seguridad la impenitente ironía del jefe del tercer grupo francés de construcción y concesiones, y de forma subsidiaria la diplomacia y el tacto que consiga desplegar el presidente de Sacyr, Luis del Rivero.
Roverato, nacido en 1944 y formado como ingeniero en los centros más elitistas de Francia (la Escuela Politécnica y la Escuela Nacional de Puentes y Calzadas), trabajó entre 1969 y 1972 en los ministerios de Obras Públicas y Vivienda, antes de dirigir, entre 1972 y 1974, el organismo de viviendas sociales en el departamento de Val de Marne.
En 1975 entró en su actual empresa, que entonces se llamaba todavía Fougerolle (pasó a ser Eiffage en 1993) y que tenía cierta fama por haber construido entre otras cosas la torre Eiffel de París.
En esa sociedad, ejerció diversos cargos en la dirección antes de convertirse en presidente en 1987.
Bajo su batuta, la empresa ha alcanzado una dimensión europea y ha marcado varios hitos en las obras públicas con la construcción de la pirámide del museo del Louvre (1989), el puente de Normandía en la desembocadura del Sena de más de 2.100 metros de largo (1995), la línea de tren de alta velocidad Lyon-Marsella (2000) o el viaducto de Millau (2004).
Más recientemente, Eiffage ha iniciado en un consorcio con la española ACS Dragados la construcción de la línea internacional del tren de alta velocidad Perpiñán-Figueras, y sobre todo, se hizo en el proceso de privatización con la concesión de las Autopistas París Rin Ródano (APRR), para la que también era candidata Sacyr.
Este último episodio a finales de 2005 parece haber sido el desencadenante del actual pulso entre Roverato y Rivero.
El empresario español no quiso cejar en su empeño por echar mano a APRR -una verdadera máquina de generación de efectivo- y lo hizo con la compra sorpresa a comienzos de 2006 de varios paquetes de acciones de Eiffage hasta llegar al 32,1% del capital.
Roverato, que no fue advertido por Rivero de las compras de títulos de su empresa hasta que Sacyr se había colocado en puertas de franquear el fatídico 33,3% que en la normativa bursátil francesa obliga a lanzar una oferta sobre la totalidad del capital, lo consideró una declaración de guerra, pero no perdió el temple.
Con su fina ironía, ha utilizado todos los resortes legales para impedir que el grupo español tenga representantes en el consejo de administración, al tiempo que construía un bloque de resistencia constituido esencialmente con la participación de los empleados, a los que reforzó con una ampliación de capital reservado a ellos.
Con el 22,4% del capital, ha sumado el 5% en manos de los directivos en el fondo Eiffame, y el 8,5% adquirido por la Caisse des Depots et Consignations, la entidad industrial del Estado francés, que hasta ahora ha preferido no jugar en nombre propio la carta del nacionalismo económico y se la deja a Roverato.
Para impedir fisuras en este bloque, el presidente de Eiffage ha llegado a bloquear la venta de los títulos de una parte de los empleados accionistas.
Una decisión que no ha sentado bien entre los sindicatos, sobre todo después de que se supiera que la dirección de Eiffage había atribuido como gratificación de jubilación al propio Roverato 120.000 acciones en 2006, además de su remuneración de 1,8 millones de euros. EFECOM
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