Gracias a Chicho Ibáñez Serrador se popularizaron expresiones como ésta: "Escuchemos la voz de los Supertacañones", frase utilizada para consultar al tribunal supremo del concurso Un, dos, tres. Los Supertacañones tenían el poder de dictaminar en última instancia, porque se supone que eran los que ponían el dinero que ganaban los concursantes. Por esa misma razón, los contribuyentes tenemos derecho a determinar qué se paga con los impuestos. Ejerciendo de don Cicuta, y sin perjuicio de que ver a Rafa Nadal arrasar en Roland Garros sea una gozada, me pregunto si la presencia del Rey jubilado, sentado en lugar privilegiado en la pista Philippe Chatrier, junto al ministro de Deporte, fue una actividad privada de don Juan Carlos. ¿Cómo se sufragaron los gastos correspondientes? Nada que objetar a que el Emérito apoye a nuestros campeones, al contrario, pero si ya no ejerce como representante de nada ni de nadie, sería extraño que nos costara dinero su capricho. ¿O se lo pagó todo él? Un, dos, tres, responda otra vez. Si hubiera que resumir los últimos cinco años de don Juan Carlos en tres expresiones famosas, más allá de Chicho, bastarían tres muy conocidas: la de la socorrista de "La he liao parda" sirve para cuando metió la pata en Botsuana con Corinna. "Si me queréis, irse" (Lola Flores en la boda de su hija Lolita) vale para cuando tuvo que abdicar en su hijo para dejar de manchar la Corona. Y ahora tenemos: "Pero, ¿qué invento es esto?, que diría Sara Montiel, al salir de casarse, para describir esta jubilación que le retira responsabilidades y obligaciones pero que le regala viajes y entradas para ver a Nadal. Y hasta aquí puedo leer.