Seguramente, sus huéspedes actuales nunca lo asociarían con una antigua granja, pues el hotel se alza con premios como el World Luxury Hotel Awards al Mejor hotel de esquí en Europa occidental, el Lux Global Luxury Hotel & Spa al Mejor hotel de esquí de lujo de gestión familiar en los Alpes y el Connoisseur Circle al Mejor hotel de invierno de Austria. Y es que, aunque el ambiente cálido y familiar sigue intacto entre sus paredes, lo que empezó siendo un terreno agrícola hoy es capaz de satisfacer a los clientes más exigentes. La historia del hotel Almhof Schneider se remonta al año 1451, cuando la familia Schneider se trasladó junto con otros muchos Walser -un grupo de suizos de la región de Valais que emigraron a Arlberg y colonizaron esa zona- a este enclave austriaco. En aquel entonces, Arlberg era una zona de tierras agrícolas y sus gentes vivían de lo que sus manos cultivaban. Pero, alrededor del año 1907, Hannes Schneider, considerado como el padre del esquí moderno -que comparte apellido pero no consanguinidad con la familia hotelera-, cambiaría el futuro de este pueblo alpino para siempre. El inventor del esquí y de la mundialmente conocida como técnica de Alrberg vivía en Stuben, una aldea cercana a Arlberg, el lugar donde abrió una escuela de esquí que no tardó en convertir la zona en una referencia mundial para practicar este deporte. De esta manera, con la popularidad que iba adquiriendo el deporte, el pueblo austriaco fue convirtiéndose cada vez más en un foco de turismo mundial, y Wilhelm y Leopold Schneider -bisabuelo y abuelo de Gerold Schneider, hoy propietario del Almhof-, visionarios en su época, supieron ver un negocio entre tanta paja. Con el turismo creciendo imparable, los Schneider transformaron parte de su granja en habitaciones, y en 1929 alojaron a sus primeros huéspedes. La transformación del complejo fue tan paulatina como sorprendente, ya que hasta los años 80 del siglo XX se trataba de un hotel rural y deportivo, pues el 100 por cien de sus huéspedes lo elegía con la misma finalidad: conocer y practicar el deporte alpino. Hoy, hablamos con la cuarta generación familiar al mando del hotel: Gerold y Katia Schneider, el matrimonio que gestiona el complejo desde mediados de los años 90. Su misión desde que tomaron el relevo ha sido siempre la misma: combinar un enfoque internacional contemporáneo con la larga tradición alpina del lugar. "Aunque el hotel se ha vuelto más lujoso a lo largo de las épocas, el porcentaje de esquiadores es definitivamente más alto que en cualquier otro lugar. Hoy en día el ambiente también es deportivo, pero cuentan con todo lujo de detalles", apostilla Gerold. Con un total de 88 personas empleadas para cubrir las necesidades de 50 habitaciones, sus clientes también cumplen una tradición generacional, "algunos son hasta la tercera generación", explica el anfitrión, pues lo que les diferencia del resto de hoteles de lujo es -principalmente- la proximidad que consiguen entablar con sus huéspedes, un hecho que origina, según detallan los dueños, una clientela "fiel y regular". No obstante, debido a las diferentes remodelaciones llevadas a cabo, los que aquí se alojan son cada vez más "jóvenes, abiertos, viajeros y exigentes". En el año 2015, el plan elaborado por los anfitriones hizo inminente una profunda intervención en la estructura del hotel, en la que se reorganizó por completo su planta baja, las instalaciones traseras, se construyó un garaje, un spa y se puso a disposición de los huéspedes un servicio de entrega. Ahora, con las mismas ganas que han liderado el resto de reformas, tienen fijado el próximo objetivo para el año 2020: una remodelación y ampliación del cuarto piso y la renovación ecológica del edificio. Con todo, quien hoy visita el Almhof Schneider puede sentir el calor de un negocio levantado a golpe de tradición familiar y dedicación, mezclado con todo lo que un hotel cinco estrellas ofrece. Junto a esto, suites de ensueño, guías deportivos, piscina climatizada, sauna, cine, biblioteca, sala de juegos, alta cocina y obras de arte que decoran cada una de las salas completan su propuesta. Algo que, combinado con "tener siempre cerca a los anfitriones", hace del enclave austriaco un lugar irrepetible para perderse.