Dice que es "insidioso y rastrero" pensar que es de más calidad que la del grifotoronto. La Iglesia Unida de Canadá, la mayor del país de confesión protestante, ha añadido otro acto "inmoral'' a su lista, que incluye la guerra de Irak y el juego: beber agua embotellada. A instancia de un estudiante de 18 años de la zona rural de Ontario, la iglesia invitó en agosto a sus tres millones de fieles a beber agua del grifo. La congregación dice que el agua es "un regalo sagrado de Dios'' y que debe estar a disposición de todos y no ser explotada comercialmente. El boicot ha enfrentado a los fieles de la iglesia, que representa alrededor del 10 por ciento de los 32 millones de canadienses que profesan esa religión, con gigantes como Coca Cola Co. y PepsiCo. El sector del agua embotellada vendió en Norteamérica el año pasado el equivalente a 10.000 millones de dólares, incluyendo 653 millones de dólares canadienses. "Es insidiosa la rastrera impresión promovida por personas con un interés personal en que sea mejor comprar el agua", dice en sus explicaciones Richard Chambers, un ministro ejecutivo de la iglesia con sede en Toronto. Los argumentos"Si una familia tiene 50 dólares para gastar en verduras, ahora la nueva costumbre es que debe gastar entre ocho y diez dólares en un par de botellas de agua". Las embotelladoras dicen que el ataque está mal orientado, porque ofrecen agua sólo como alternativa a otras bebidas, incluyendo agua del grifo. "La gente bebe agua embotellada por seguridad, gusto y portabilidad", dice Elizabeth Griswold, directora ejecutiva de la Asociación Canadiense de agua embotellada de Toronto. El consejo general de la iglesia aprobó la resolución el pasado 17 de agosto cuando la propuso el estudiante Jordan Newell. Newell dice que él se inspiró en el debate de su pastor local en el asunto mensual tratado en el sermón. "Están tomando esta agua limpia y nos la revenden a nosotros", dijo Newell. "Nos están haciendo aborrecer el agua del grifo, que es perfectamente buena. Es bastante inmoral".La decisión se extendió a muchas de las 3.677 congregaciones del país para que se detenga la venta de agua embotellada. "El agua es un regalo sagrado que vincula a la vida", se dice. "La privatización convierte un bien común en una mercancía, despojando a aquellos que no tienen para pagar y amenazando a los ecosistemas locales".