Hubo una larga etapa, en la que para la vida cultural, política y, por supuesto, económica, Europa era esencial para España. Llega desde los Reyes Católicos hasta Carlos IV y el juego de Godoy y Napoleón. Desde comienzos del siglo XIX, Europa, en lo económico, tiene importancia para la vida española, pero en ésta surge una tendencia a lo Manoilescu: mejor con radical independencia. Y eso dura hasta que una nueva Europa se inicia a partir de la confluencia del Plan Marshall, la Guerra Fría y el Tratado de París. Ante esa realidad, España se ha vuelto a orientar hacia una nueva realidad generada en Europa. La importancia de este número de ICE se encuentra en un conjunto de aportaciones valiosas sobre o que, hoy en día, sucede en Europa, porque eso va a determinar nuestro futuro. En este sentido las aportaciones contenidas en este número de ICE, son dispares. Por un lado existen algunas que me atrevo a calificar como definitivas. En primerísimo lugar es preciso tener en cuenta el artículo de Pablo Hernández de Cos, La política monetaria del Banco Central Europeo durante la crisis y los retos del futuro. A mi juicio hay que convenir que un párrafo clave es sobre el conjunto de medidas no convencionales instrumentadas por el Banco Central Europeo desde 2014, lo cual "ha supuesto un estímulo monetario sin precedentes que ha permitido una consolidación progresiva de la repercusión en la eurozona y la eliminación de los riesgos previos de deflación". Pero esta aportación especialmente valiosa no es la única, porque el subrayado marginal de los interesados se inicia en la Presentación de Pablo Moreno, cuando reseña los variados motivos que se encuentran, tanto en 2017 como en el primer semestre de 2018, para frenar "el proceso de reforma de la UE", debido a una serie de problemas domésticos en "los países grandes" de la UE, uno de los cuales es el desafío independentista catalán de 2017 y nuestro cambio de Gobierno, en junio de 2018. ¿Dónde han concluido en 20 años esos subrayados? Pues en el artículo de Beatriz de Guindos Talavera, Jordi Fornells de Frutos y Francisco de Paula Roig Guerrero, Novedades en la aplicación de la política de competencia de la Unión Europea en 2018, en relación con lo que, se califica obligadamente como "uno de los grandes éxitos del Reglamento (CE) nº 1/2003, del Consejo, de 16 de diciembre de 2002, relativo a la aplicación de las normas sobre competencia previstas en los artículos 81 y 82 del Tratado, ha sido la lucha contra los cárteles, pues gran parte de los expedientes sancionadores de la Comisión Europea desde entonces han tenido lugar en ese ámbito". Desde la cruz a la fecha, por lo tanto, ¿no hay más que motivos de alabanza por estos trabajos? El artículo de Enrique Feás, La dimensión social del proyecto europeo, me ha decepcionado. Nada más iniciarse, aludiendo a que se equivoca quien diga que el proyecto europeo tiene una base "puramente económica" pues buscó, según Feás, "evitar otra guerra". Pues tampoco, porque el conflicto que entonces se iniciaba era nada menos que la llamada Guerra Fría. Lo que no se puede ignorar es que tres católicos -Adenauer, Schuman y de Gasperi con talantes separatistas los tres- en Baviera, en Lorena, en ciertas regiones, entonces, austriacas, respectivamente consideraron que era necesario superar eso con una creación más amplia que las realidades previas generadas, a proporción, por Bismark, por la Francia postnapoleónica y por la Italia de Garibaldi y Mussolini. Ignorar esa raíz católica y la pugna contra nacionalismos que, a cada uno de esos creadores de la nueva correspondencia, es, por otro lado, recoger los datos de Eurostat sin el análisis crítico que merecen -y, por cierto, no citar en la bibliografía en qué tomo de esas publicaciones se basa, no tranquiliza. Y en ese terreno, Sergio Vela incluye una especie de alabanza a la famosa obra de Stiglitz de crítica a la aparición del euro -con todo lo que sobre ello se ha escrito-, es escaso. Y me permito señalar que ciertos "notables economistas" que cita, ¿no reciben un adjetivo excesivo?